El placer de caminar
El placer de caminar
Gastón Solares Ávila.- Es bien sabido que el ejercicio físico es no solamente saludable para el ser humano, sino indispensable y que uno de los más completos es, precisamente, caminar. Mientras mejor sea el escenario circundante, mayor será el placer para quien o quienes lo practican.
Las grandes ciudades, por las distancias al recorrer, precisan de vehículos especiales y apropiados para los diferentes circuitos turísticos y cuentan con personal experimentado para ofrecer adecuada información.
No es el caso de Sucre, vieja ciudad que tiene mucho que mostrar, sencillamente porque su mayor atractivo está en el casco viejo, como se conoce el área central en la que se concentran los edificios que transpiran historia, Por tanto, la mejor manera de visitarlos, es caminando.
Lamentablemente, sin embargo, las aceras que en todas partes del mundo son construidas para facilitar la circulación de los peatones, no son sólo insuficientes, sino que están en pésimo estado desde hace muchos años, sin que las autoridades municipales adopten una decisión enérgica para revertir esta situación.
Han llegado a tal extremo las cosas, que los propietarios de inmuebles actúan por cuenta propia y las reparan, en algunos casos, utilizando cualquier tipo de material: desde cemento, losa, piedra, hasta azulejos, que rompen la armonía que debería existir en toda obra urbana. Además, cada puerta de inmueble se ha convertido en portón de garaje y a cada uno se le ha adaptado un acceso diferente, que obviamente tampoco está normado, por lo que constituyen un verdadero peligro para los peatones. Similar cosa ocurre con las rampas que se han construido en algunas esquinas para el tránsito de las sillas de ruedas, que son ciertamente un obstáculo peligroso para todos, especialmente para los no videntes de los que circulan nuestras calles con una habilidad que sólo Dios puede dar a los que sufren de tan terrible impedimento.
El estado de las aceras afecta a todos, pero especialmente a los turistas que no tienen ni el suficiente espacio, ni el adecuado para recorrer la ciudad, por lo que tienen que utilizar las calzadas con el peligro que ello implica. Es una vergüenza que los peatones, al recorrer las calles, tengan que escoger para pisar el suelo entre dos opciones: los huecos o los excrementos de los perros callejeros. Es difícil creer que nadie haga nada al respecto, a pesar de que la solución no es difícil porque es una obligación de los dueños de casa, pero que obviamente tienen que actuar impulsados por las autoridades.
La calle Nicolás Ortiz, entre Colón y Dalence, es un buen ejemplo que se puede ampliar a las calles céntricas, pues se ha logrado ampliar las aceras, restaurarlas, y dejar la calzada para el paso cómodo de dos vehículos pequeños en dos líneas. Obviamente, llevar a la práctica esta solución es más difícil que escribir esta nota, pero cada ciudadano tiene derecho a opinar, así como las autoridades específicas tienen la obligación de encontrar soluciones que busquen el bienestar colectivo y, sobre todo, el progreso de una ciudad turística por excelencia y en la que caminar debería ser un placer, en lugar de un martirio que además pone en riesgo la seguridad física de las personas.
Dejar hacer y dejar pasar, no hace otra cosa que agravar el problema ocasionando que la solución sea cada vez más difícil. Sucre merece atención, especialmente en soluciones que ni siquiera implican grandes inversiones, pues para enfrentar problemas como el que es motivo de esta nota, se precisa decisión, coraje, capacidad y voluntad para implementar medidas que finalmente tendrán el apoyo de toda la población, aunque inicialmente existan reacciones adversas de gente que se encuentre momentáneamente afectada y a la que hay que convencer con razones que respaldan a todos los ciudadanos. Las autoridades encargadas de velar por la seguridad ciudadana y por la imagen y el orden en la ciudad, tienen la palabra.
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