…Y quién defiende al Policía?

…Y quién defiende al Policía?

Enrique Taboada Ch..- De diversas formas el pueblo boliviano, expresa su respaldo a las acciones policiales que se llevan a cabo de manera permanente contra el flagelo de la delincuencia, y se escucha por doquier la voz del gran juez popular que exige sanciones contra los enemigos del futuro de nuestros hijos, y la seguridad ciudadana.
En ese ambiente combativo y de confianza en el triunfo final en esta batalla, emerge más fortalecido el prestigio, la autoridad y profesionalidad de los miembros de nuestra Policía Boliviana. Sin embargo, contra el sentir mayoritario del pueblo que defiende sus conquistas de un mañana sin violencia, con paz, seguridad y confianza depositadas por nuestros compatriotas en los agentes del orden público, subsisten actitudes agresivas y violentas por parte de delincuentes y otros que se resisten a la acción de la autoridad y atentan contra sus representantes, agrediéndolos verbalmente, ofendiéndolos en su prestigio y reputación infundadamente, intentando lesionarlos y hasta quitándoles la vida, tal y conforme viene sucediendo reiterativamente en todo el país.
Nuestro ordenamiento Penal vigente, y sobre todo en su reforma con la Ley 1970 del Código de Procedimiento Penal de 1999, decidió proscribir ciertas acciones que por ley daban jurisdicción y competencia a la Policía Nacional. Esta especie de garantía y tolerancia para el delincuente está denotándose que en la actualidad la ciudadanía tome la justicia en sus manos como el caso de los linchamientos que a diario se escuchan en la prensa oral y escrita. Comprobado el error de esta concepción doctrinaria, se vuelve a considerar la impunidad con la que los delincuentes operan en Bolivia y la reacción social como consecuencia de la falta de confianza en la ley.
El policía al enfrentar a la criminalidad, sabe que quien delinque no vacilará en quitarle la vida si de ello depende consumar su delito, o impedir su detención. Los casos recientes y los hechos vandálicos que se suscitan en todos los confines del país así lo demuestran; son muchos los policías que resultan gravemente lesionados, heridos o muertos al cumplir con el ejercicio de su profesión. Siempre habrá un policía al que se le apedrea o golpea, al que se le jalonea, al que se le pisa y patea al caer, al que no se le quiere reconocer su autoridad, cuando se trata de cautelar el orden, la paz, la tranquilidad, la seguridad. Siempre habrá un Policía que pondrá su pecho decidido y descubierto a las balas de aquellos que intentan afectar a nuestra sociedad, dejando finalmente una esposa sin marido, hijos sin padre, una Institución enlutada.
Y la historia del martirologio policial vuelve a repetirse. Como cada vez que muere un Policía; se despiden los restos y generalmente se comienza diciendo, Una vez más nos encontramos aquí reunidos, para despedir... Si, una vez más, pero cuantas veces será, una vez más? Lamentablemente serán muchas. No importa si hay guerra o si estamos en paz; si hay orden interno o desestabilización; si la situación económica imperante es buena, mala o regular; si el índice de desocupación sube o baja. Lo cierto es que al concluirse con las honras fúnebres y con la ceremonia, la sociedad se olvidará del héroe muerto, de la esposa, de sus hijos; y se olvidará también de sus camaradas que deben continuar con desventajas materiales y económicas enfrentándose a diario con la delincuencia. Probablemente la noticia será recogida por algunos medios de información, pero igual será motivo de olvido al día siguiente de su publicación.
Tanta gloria lleva en sus muertes los Policías, que a pesar de la falta de reconocimiento social por sus entregas, imponen -por encima del deber- seguir inclaudicablemente luchando contra la delincuencia, por la paz social y la seguridad ciudadana. La noticia, a estos señores, seguramente, les dibujará una sonrisa en sus rostros, por la tirria y mórbida fobia que poseen por el hombre que viste el uniforme verde olivo o lleva la insignia de la Ley y del Orden. Sin embargo, en esos momentos probablemente, en algún lugar de nuestro país, otro Policía está ofreciendo su vida en defensa de nuestra Sociedad e ingresando "en las filas de los gloriosos hombres que ennoblecen a la Institución Policial".
El Estado Plurinacional boliviano está dando muestras de sensibilidad y solidaridad frente al trabajo policial, otorgando pleno respaldo a sus actuaciones y por los derechos de los Policías, por las viudas y por los huérfanos de las Damas y Caballeros de la Ley que visten el verde olivo‚ y; así se aspira a que muy pronto la ciudadanía, la sociedad en pleno, las organizaciones de Derechos Humanos y todas las Instituciones en general, reconozcan a plenitud del trabajo sacrificado y riesgoso del Policía. Llegará entonces el día en que el Policía, no siga siendo el único ser obligado por Ley a poner en riesgo su vida sin el debido reconocimiento social; el único ser que cuando sale de su casa se despide de su familia rogándole a Dios que le permita regresar vivo a su hogar y no en un cofre de madera, implorándole también al Señor, que su esposa e hijos vuelvan a recibir de sus propias manos el sustento para vivir con la alegría que le significa su sacrificio y su amor por la sociedad y para que no sean ellos quienes reciban con rostros apenados y acongojados, la sagrada bandera tricolor de la patria ni su gorra policial como recuerdo póstumo que le tributan sus compañeros de armas, por el deber cumplido.
El cielo se está colmando de héroes policiales, por eso, la sangre derramada fortalecerá aún más a la familia policial, pese a que el llanto y el dolor humedezcan con lágrimas nuestros rostros…
“Policía boliviano, que te importa la vida si alumbrando te mata el deber”