EDITORIAL

Serenidad y unidad

Serenidad y unidad

Es nuestro deber hacer oír al mundo una voz digna y verazmente soberana exigiendo el respeto que nuestro primer mandatario y nuestro país merecen

Como todo hecho que tiene trascendencia, los problemas que ha tenido que enfrentar el Primer Mandatario a su retorno de Rusia, una vez superado el mal momento, deben ser debidamente analizados por él y las autoridades de gobierno, y actuar como nación dispuesta a hacer escuchar su voz soberana, con prudencia y profesionalismo.
Está fuera de toda duda que el gobierno debe realizar las más firmes pero ponderadas representaciones ante los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia exigiendo que expliquen, en forma oficial, las razones de su decisión de prohibir sobrevolar por el espacio aéreo, en unos casos, y efectuar un aterrizaje técnico de la aeronave presidencial, en otro. Si esa explicación no es dada o si se mantienen argumentos ambiguos o directamente el gobierno no las considera suficientes, lo que corresponde es convocar en consulta a nuestros embajadores en esos países, una vez que la Cancillería ha presentado el respectivo reclamo ante los organismos multilaterales.
Asimismo, el gobierno debe evaluar, con la mayor objetividad posible –es decir, al margen de una lectura sobreideologizada– las muestras de solidaridad que se han ido expresando, tratando de separar las que genuinamente expresan un apoyo moral al país y al Primer Mandatario, de aquellas que, más bien, pretenden utilizar el caso para sus propios fines. Asimismo, evaluar las razones por las que otros gobernantes no se expresaron o lo hicieron con un decidor retraso. En este campo, conviene destacar la oportuna intervención del Secretario General de la OEA, quien, a diferencia de la actuación de algunos dignatarios de los países alineados al socialismo del siglo XXI, ha exigido a los países involucrados ofrecer a Bolivia las explicaciones y disculpas del caso.
En este mismo contexto, las autoridades deben evaluar sus respectivos comportamientos en este caso. A las pocas intervenciones profesionales que aparecieron, acompañaron algunas que parecería que, como en el campo internacional, vieron la afrenta sufrida por el país como una oportunidad para utilizarla con fines de política interna, sea con vistas a la confección de listas de candidaturas para las elecciones generales de 2014, sea para opacar graves denuncias de extorsión política. También hubo posiciones que dieron muestras de un aparato burocrático limitado e incapaz de de responder a los complejos desafíos que presenta el mundo actual, y lamentablemente, también aparecieron voces que repetían los argumentos expuestos desde Bielorrusia por el canciller venezolano (como si se tratara de “la” línea a asumir), lo que nos deja mal parados y con poca capacidad para poder exigir el respeto que el país y su primer mandatario merecen.
Por ello, lo importante es comprender que nuestro deber en estos momentos es hacer escuchar al mundo una voz digna y verazmente soberana, exigiendo el respeto al primer mandatario y al país. Asimismo, evitar las tentaciones sectarias para seguir dividiendo a la población y más bien, aprovechar esta afrenta para establecer puentes de conexión democrática en una sociedad crecientemente polarizada.