BARLAMENTOS

El mundo en el siglo XXI y Pablo Dermisaky

El mundo en el siglo XXI y Pablo Dermisaky

Winston Estremadoiro.- ¿Podemos predecir el futuro?, empezaba el artículo “El mundo en 2013” del prominente científico social Daniel Bell, escrito en 1987 y publicado en “Daedalus”, vocero de la “American Academy of Arts and Science” (Verano de 1987, Vol. 116, Núm. 3, Cambridge, Massachusetts).
Aunque la mesura científica inhibió que el sociólogo se equivocara de cabo a rabo, desde 1987 el mundo cambió con una intensidad insospechada, o en imprevistas formas.
Tuvo razón el científico sobre el desplazamiento económico a la zona del Pacífico. Ya no importan tanto las potencias manufactureras en el Atlántico norte y los países de Europa. Vino la internacionalización del capital, y la revolución de las comunicaciones hizo que transnacionales fabriquen camisas en Indonesia, Catar o Bangladesh. ¿Cómo no reconocer la migración del capital en el voraz acumulo pequinés de valores estadounidenses? Entre EE.UU y México, aparte del flujo de armas por un lado, ilegales y droga por otro, ¿no son las maquilas asiáticas fronterizas puerta de ingreso al inmenso mercado estadounidense? Mientras micifuces de ideas obsoletas despotrican contra el ‘Imperio’, los gatos de la Alianza del Pacífico miran al inmenso mercado asiático. Adivinen cuáles cazarán ratones.
Bell no dio suficiente énfasis a la aparición de los “tigres asiáticos”, Taiwán, Hong Kong, Singapur y Corea del Sur. Aventuro que tres de los indicados son chinos y fueron preludio del surgimiento de China como potencia económica, tanto como la visión de Deng Xiaoping y su famoso ‘*no importa el color del gato, sino que cace ratones*”. Algo debe tener que ver la educación en el ‘Imperio’, donde investigar, publicar e inventar es ensalzado en sus universidades: recuerdo orientación cultural de extranjeros en EE.UU., y la predominancia de estudiantes chinos, coreanos, indios (que no eran piel roja, ni tez cobriza de Abya Yala) e iraníes.
Miren donde están hoy sus naciones.
Tampoco enfatizó la revolución de la nanotecnología, miniaturización que diera lugar a laptops y artilugios digitales que llevan la pantalla táctil al control mental. Se lo debemos a jovencitos que trabajaban en garajes, y a la democratización ocasionada por la Internet, desde el momento que se la hiciera pública en vez de servir para la guerra. Las fuentes de energía son el meollo; mientras nuestro país se aplaza en convertirse en nodo energético del sur sudamericano en base al gas natural, avanza tecnología en baterías cada vez más eficientes, fuentes energéticas alternativas, petróleo de esquisto o submarino, y llegará al hidrógeno inacabable.
Con países emergentes (y quizá tanto chino) emulando consumismo desarrollista, el calentamiento global es bomba de tiempo. Pero me pregunto si serán las ciudades costeras las que surgirán en el futuro. ¿Cómo, si los pobres son empujados a lugares que se inundarán con el mar en subida? Peor aún, en 20 años la temperatura de la Tierra aumentará en dos grados.
Ocasionará falta de alimentos, olas de calor y ciclones más intensos, que, como las serpientes, pican a los descalzos. Es suma y sigue de la paradoja de que curar las plagas, igual a crecimiento demográfico.
Sin ser francés, digo que la “différence” está en el buqué, no el perfumado en París, sino en el olor del apátrida dinero: ¿es lo mismo que muertos de hambre reciclen aguas pútridas en Mumbai, India, que en Singapur resuelvan la falta de agua potable mediante su reciclaje? Quizá una parte del problema está en la desigual distribución de riqueza en el planeta.
La versión en español del artículo “El mundo en 2013” (revista “Facetas”, Nº 81, 3/88, Washington, D.C., EE.UU) fue uno de los inmerecidos legados que recibí del Dr. Pablo Dermisaky Peredo, cuando mi amigo acomodaba libros y papeles para su mudanza a Santa Cruz de la Sierra.
Se fue de Cochabamba, como los elefantes que van a pasar sus últimos años a las aguadas donde nacieron, tal vez porque la capital oriental sigue siendo imán de los cambas y crisol de la nueva Bolivia, si me permiten la digresión.
No se apercibió de su partida, o no lo suficiente, esa Cochabamba que le acogiera por tantos años. Basta una ojeada a su escueta hoja de vida para prestar evidencia de cuánto estuvieron sus logros ligados a la capital valluna. ¿Cuántos abogados le recuerdan como profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Ciencia de la Administración en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS)? ¿Cuántos oficiales de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército (ECEM), aprendieron con él la sociología y la geopolítica subyacentes a las relaciones entre naciones? Tributo a su talento fue que le nombren Profesor Honorario en la UMSS, en la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA), y en la Universidad Autónoma del Beni. Que en Cochabamba haya sido Ciudadano Meritorio, Presidente de su Sociedad de Geografía, Historia y Estudios Geopolíticos, y de su Colegio de Abogados. Que quizá por su ejercicio gerencial en grandes empresas privadas, le otorgaron la distinción al mérito en la Federación de Profesionales de Cochabamba.
En tiempo de cambios fútiles, pocos recuerdan que Pablo Dermisaky fue el primer Presidente del Tribunal Constitucional de Bolivia, luego de ser elegido como Magistrado Titular por el Congreso. En este país del revés, ¿para qué mencionar su honrosa carrera como diplomático, si otorgan medallas a futboleros y dan doctorados “honoris causa” a ignorantes y charlatanes?