EDITORIAL

Snowden y la hipocresía global

Snowden y la hipocresía global

Que algunos países hablen en nombre de la privacidad de las personas, la libertad de expresión o del derecho al asilo político, es excesiva hipocresía

“Hipocresía”, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), es definida como “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. “Hipocresía” es también una de las palabras que con más frecuencia ha sido asociada al extraordinario fenómeno mediático, diplomático y político –pero sobre todo mediático– que en el planeta entero se ha desencadenado con alrededor del caso Edward Snowden.
El gobierno chino fue el primero en utilizar el término “hipocresía” para referirse a tan engorroso asunto. “El programa Prism ha revelado el verdadero rostro y el comportamiento hipócrita de Estados Unidos”, dijo el Ministro de Defensa. Y lo hizo con razón, pues entre los temas que más entorpecieron las relaciones entre EE.UU. y China durante los últimos tiempos ninguno fue tan dificultoso como el rechazo del gobierno de Obama a los abusos chinos en materia de seguridad cibernética, de espionaje electrónico, de censura digital.
Europa en general, pero muy especialmente los países que se vieron más directamente involucrados en los afanes para evitar la fuga de Snowden, han sido también con razón acusados de actuar hipócritamente. Más aún cuando sus gobernantes, después de haber expresado verbalmente su rechazo a las prácticas estadounidense de espionaje –como si recién estuvieran enterándose de ellas– no dudaron a la hora de cometer un monumental atropello contra el presidente de Bolivia, Evo Morales, y a los valores, normas y convenciones que rigen las relaciones entre los países y los pueblos.
Los detractores de Snowden, como antes lo hicieran al referirse a Julian Assange, también encontraron en el término “hipócrita” el más adecuado para calificar su conducta, pues no hay mejor manera de definir la actitud de alguien que en nombre de la defensa de la libertad y la privacidad de las personas recurre nada menos que a países que, como China y Rusia violan sistemática y cotidianamente esos valores. Aunque en esos casos, hay que reconocer, tienen al menos la franqueza de hacerlo sin fingir falsos pudores.
Sin embargo, en ninguno de los casos anteriores resulta más adecuado el término “hipocresía” que cuando de calificar la conducta de los mandatarios de los países integrantes de la ALBA se trata. En efecto, que todos ellos hayan salido al escenario internacional haciendo grandes aspavientos en nombre de los derechos de Edward Snowden, de la privacidad de las personas, de la libertad de expresión o, más grosero aún, del derecho al asilo político, es no sólo hipócrita sino un despropósito que ya no puede ser tomado en serio sino por quienes todavía cultivan y se nutren de sentimientos y resentimientos antiestadounidenses.
Es en ese contexto que puede entenderse la falta de correspondencia entre la altisonancia de los discursos y la vaciedad de las acciones con que concluyó la “cubre presidencial” de Cochabamba. Es que, como esta amarga experiencia lo confirma una vez más, no es fácil mantener alguna coherencia entre lo que se dice y se hace.