A TI, JOVEN CAMPESINO
Kalil, Parvana, Mbulu, Pedro Bala, Dora, Boa-Vida
Kalil, Parvana, Mbulu, Pedro Bala, Dora, Boa-Vida
Pedro Rentería Guardo.- Escribo desde mi tierra española, Santander. Un ineludible compromiso académico me ha traído a España. Los áridos –y ahora fríos– parajes sucrenses, el transparente cielo azul boliviano, los sones nostálgicos del folklore andino, rebosante de cuecas y chacareras, se han tornado en prados con un verdor tenaz, en cielos grisáceos que se miran en un mar hermoso –bravío, desafiante–, en jotas montañesas y el baile del Pericote.
Parece que el verano no acaba de adueñarse de esta Cantabria infinita, como se la califica en los folletos turísticos. Es prudente, al pasear por las calles santanderinas, llevarse la chompita en la mochila, sobre todo cuando uno ya entró hace tiempo en el selecto grupo de los cincuentones. El eterno olor a salitre del mar se ha hecho presente estos días en rincones mágicos de El Sardinero, esa playa embajadora más allá de nuestras fronteras y en el increíble espectáculo del crepúsculo en La Maruca, otro lugar emblemático y rebosante de recuerdos de la ya lejana infancia.
Me gusta pasear por Santander. Y mirar los rostros de mi gente. Intuir historias tras cada semblante. Construir ficciones que siempre tengan un final feliz. Recuerdo aquel changuito del internado-hogar El Cortijo, en Yotala –supongo que a estas alturas mis lectores sepan a qué me refiero–, que me definió como un buscador de historias. Creo que así nos llaman a quienes nos gusta escribir un poquillo cada día.
Si andar por Sucre, la hermosa capital constitucional de Bolivia (recuerden que La Paz es la Sede de Gobierno, pero no la capital), supone hacerlo casi “a codazos” en determinadas horas del día, y toparse con numerosos niños, adolescentes y jóvenes, estas calles santanderinas –me parece– están desiertas de sonrisas, juegos y griteríos infantiles… ¿Dónde están las parejitas de adolescentes? ¿O de jovencitos robándose un beso? ¿Estaré ya pasado de moda?
Confieso que en esos largos paseos debo huir de las librerías. Porque asomarse a ellas, tan solo sea a su escaparate, atrae el peligro manifiesto de tener que entrar -¿compulsivamente?- y, tarde o temprano, comprar un libro. Un buen amigo, sí, pero caro amigo. Por lo menos para algunos bolsillos. He escrito lo de buen amigo porque así se lo presento siempre a los niños y jóvenes a quienes acompaño en la pastoral boliviana, en contraste con su mal amigo, el alcohol.
Mi última tentación fue entrar en una conocida librería del centro de la ciudad. Ya en el vestíbulo venden libros no actuales a un precio bien asequible. Pero yo iba buscando algo muy concreto. Lo mejor fue preguntar a la siempre amable dependienta:
- Por favor, tienen libros que traten vivencias del Tercer Mundo… Sobre infancia excluida, guerras en África, chicos de la calle, trabajo adolescente, abuelitos mendigos…
Mientras yo me explicoteaba, ella me fue conduciendo a una larga estantería con toda una colección sobre estos temas. Algunas editoriales españolas, en particular de literatura infantil y juvenil, están harto empeñadas en informar sobre tales realidades. Es posible que la actual crisis nos haya bañado con una especial sensibilidad hacia las “otras” crisis, las añejas crisis de otros pueblos, de otros países.
Eché una ojeada a los títulos, con ese incómodo retorcimiento de cabeza necesario para leerlos cuando están colocados verticalmente en la fila de la estantería. Me percaté de algunos títulos sugestivos, que podrían ser interesantes, y tomé nota de la semblanza de sus autores y de la breve sinopsis o argumento de cada uno.
Quisiera dejar a mis lectores interesados la información de tres de estos textos:
LA PIEL DE LA MEMORIA. Autor: Jordi Sierra i Fabra (muy conocido en el mundo literario infantil y juvenil)
La vida de Kalil Mtube, un niño africano de once años, cambia drásticamente cuando su padre lo vende y es obligado a trabajar brutalmente como esclavo en una plantación de cacao. Allí conoce la amistad y el amor, pero también la despiadada crueldad de los seres humanos. Aunque logra escapar, Kalil tendrá que recorrer un largo camino antes de alcanzar la libertad. La piel de la memoria refleja el desamparo y la explotación a la que está sometida buena parte de la población mundial.
EL PAN DE LA GUERRA. Autora: Deborah Ellis.
Parvana es una chica de once años que vive con su familia en Kabul, la capital de Afganistán, durante la época del gobierno talibán. Cuando su padre es detenido, su familia -sin recursos para poder vivir-, buscará una solución desesperada: Parvana, que por ser mujer tiene prohibido ganar dinero, deberá transformarse en un chico. El pan de la guerra es un libro duro y realista que habla, con humanidad y fuerza, de la supervivencia, la familia, la amistad, la intolerancia y la guerra.
GRITO POR VER LA LUZ. Autor: Engelbert Gressi.
Mientras que en Europa la familia de Martín vive en la opulencia, en África, el joven Mbulu sobrevive en medio de una guerra civil. La comodidad de Martín es posible porque en algún lugar alguien muere por culpa de las armas con las que trafica su padre. Pero las dos caras de esta moneda tienen un punto de unión, y la venda de los ojos de la familia europea caerá para mostrar una realidad, si no más amable, si más esperanzadora, al menos para Mbulu.
¡Ah!, y no se extrañen demasiado del título de este artículo. Son los nombres de jóvenes protagonistas de los libros seleccionados arriba y de algún otro más.
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