EDITORIAL

La crisis de Mercosur

La crisis de Mercosur

Ojalá que las aguas vuelvan a su cauce y con serenidad y visión de futuro se retome la necesidad de impulsar sólidos proyectos de integración

A lo largo de nuestra historia, los intentos para establecer sistemas de integración entre los diversos países de la región han chocado con intereses de corte nacionalista y los de potencias externas que veían en esos procesos, a su vez, obstáculos para sus propios intereses.
En ese orden, Estados Unidos, luego de Gran Bretaña, ha sido acusado de ser el factor principal para impedir o, en su caso, boicotear, proyectos de integración que pudiesen crear bloques políticos, económicos y culturales capaces de hacer oír su voz y defender con más posibilidad de éxito sus intereses.
Como en todo, esa percepción tiene elementos de verdad y de mito. Si no fueron los intereses particulares de las sucesivas élites que se han sucedido en el manejo de nuestros pueblos, probablemente Estados Unidos o cualquier otra potencia, tendría que adecuarse –como finalmente lo han hecho—a esa realidad y proceder en consecuencia, precisamente para salvaguardar sus propios intereses.
En nuestra región, proyectos integradores que pudieron tener éxito como el Grupo Andino o el Mercado Común del Sur (Mercosur) se encuentran enfrentando severas crisis no tanto por influencias externas sino por la naturaleza de los regímenes que han gobernado sus países miembros. El primero, hoy denominado Comunidad Andina de Naciones, está al borde de su extinción, proceso al que ha aportado, por lo demás, el actual régimen no en función a los intereses del país sino a su adhesión ideológica al socialismo del siglo XXI, que lo ha conducido a poner sus bazas en la Unión de Naciones del Sur (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y, ahora, el Mercosur, una vez que ha sido admitido, en forma irregular, Venezuela, que, además, se apresta a asumir su Presidencia pro tempore.
Pero, hay un escollo no grande económicamente pero sí moralmente, que es el que interpone Paraguay, país fundador del Mercosur, pero que fuera separado temporalmente por el expedito juicio político en contra del ex presidente Fernando Lugo y que terminó en su destitución. Este mandatario gozaba del apoyo de sus colegas de Argentina y Uruguay, a los que se sumó la presidenta de Brasil. Además, los cuatro gobiernos aprovecharon esta situación para incorporar a Venezuela al Mercosur, incorporación que no era posible porque precisamente el senado paraguayo, pese a Lugo, se oponía. Ahora, Paraguay ha celebrado elecciones democráticas y ha anunciado que retornará al Mercosur siempre y cuando se le otorgue la Presidencia pro tempore, como le corresponde.
Así, por cuestiones ideológicas, proyectos como los de la Comunidad Andina de Naciones y Mercosur, en esta región, están haciendo aguas como probablemente lo harán Unasur y Celac, no por presiones foráneas, sino porque están funcionando más como un grupo de gobernantes amigos que como instrumentos de integración respetando las diferencias.
Ojalá que las aguas vuelvan a su cauce y con serenidad y visión de futuro se retome la necesidad de impulsar sólidos proyectos de integración que subsistan al margen de la particular posición ideológico-política de quienes eventualmente los gobiernan. Paraguay será, por ello, una prueba sobre si se va por ese caminó o no.