EDITORIAL

Embarazos no deseados

Embarazos no deseados

Entre los muchos desafíos éticos que se plantean a la humanidad actual, el de los embarazos no deseados entre adolescentes es sin duda uno de los mayores

El pasado jueves, como todo 11 de julio, fue el “Día Mundial de la Población”, jornada dedicada por la ONU a reflexionar sobre los diferentes desafíos que el crecimiento demográfico plantea a la sociedad humana en general, y a cada país en particular.
Cada año, la celebración concentra su atención en una faceta específica del problema. El 2013, el énfasis fue puesto en “El embarazo en la adolescencia”, con el propósito de llamar la atención de los organismos gubernamentales, no gubernamentales y de la opinión pública en general sobre la dramática magnitud que está alcanzando en el mundo actual la proliferación de embarazos entre mujeres adolescentes, muchas veces todavía niñas.
Las cifras que según todos los estudios dan cuenta del aspecto cuantitativo del crecimiento demográfico de la humanidad son de por sí elocuentes. En América Latina, por ejemplo, según los informes oficiales, casi un 30% de las mujeres es madre durante la adolescencia. En África la situación es aún peor.
Desde el punto de vista cualitativo, la dimensión dramática del problema es aún mayor, pues una inmensa cantidad de esos embarazos no son deseados por las jóvenes que con demasiada frecuencia los llevan como un padecimiento indeseable. Son embarazos que se producen en circunstancias de lo más adversas, con frecuencia bajo presión y asociados a las más diversas formas de violencia física y emocional.
Muy ligado a ese fenómeno, a pesar de lo que suele ser abordado independientemente, están la creciente frecuencia con que esos embarazos no concluyen con el nacimiento de niños no deseados, sino en abortos realizados las más de las veces en condiciones tan precarias que suelen llevarse la vida no sólo de la criatura en formación, sino de las mujeres, generalmente muy jóvenes, que recurren a esa extrema medida ante la imposibilidad de hacer frente a la responsabilidad de ser madres.
Con el propósito de objetivar ese aspecto del crecimiento demográfico en los países más pobres del mundo, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) viene intentando contrarrestarlo, desde hace ya varias décadas, mediante diversas campañas que van desde la educación hasta la elaboración de políticas públicas de asistencia a las mujeres en edad de procreación.
Tales esfuerzos han tenido mucho éxito en muchos aspectos, pero no el suficiente para disminuir los embarazos de adolescentes. En efecto, si bien se ha logrado disminuir la cantidad de embarazos no deseados entre mujeres adultas y parejas relativamente estables, los datos indican que el porcentaje de adolescentes que quedan embarazadas contra sus deseos y voluntad tiende a crecer.
Los estudios indican también que hay una correlación directa entre el nivel socioeconómico, y particularmente el nivel de educación que se pone al alcance de las niñas, y el porcentaje de embarazos no deseados. Se insiste por eso, en que los gobiernos y organismos privados dirijan sus mejores esfuerzos a mejorar las oportunidades de educación de las niñas y poner especial énfasis en la educación sexual, lo que implica hacer grandes esfuerzos para vencer tabúes culturales que vanamente intentan mantener vigentes pautas de conducta que, como los hechos lo demuestran, ya no son aplicables en la sociedad actual.
El desafío es muy grande, pero hay que enfrentarlo.