El “Secuestro del Señor Presidente”

El “Secuestro del Señor Presidente”

Gonzalo Soruco.-. El bloqueo al presidente Morales en Europa indudablemente cae de perilla al MAS y sus socios de Unasur. De inmediato se ha creado un circo mediático a su alrededor para embriagar las mentes y agitar los ánimos de sus bases. Con característica celeridad, el Vicepresidente lo calificó de “secuestro” y como “intento de asesinato”, mientras que la ministra de Comunicación gritó: “discriminación” y “violación de derechos humanos”. Azúcar para las masas y perfectos condimentos para una propaganda política.
Hallo interesante, sin embargo, que nadie mencionó que el mismo Presidente pudo haber incitado el incidente al anunciar públicamente antes de partir de Moscú que estaba considerando dar santuario al escurridizo señor Snowden. En esto, Maduro fue más discreto; le daría santuario al gringo, dijo, pero no pasaje en su avión.
En el carnaval de Cochabamba con la asistencia de varios mandatarios latinoamericanos se demandó que Francia, Italia, Portugal y España pidan “perdón” al presidente Morales y se exigió “consecuencias” por humillarlo. Buen teatro político, pero es sólo palabrería. Francia ya explicó que sus controladores de tráfico aéreo “no se dieron cuenta de que se trataba del avión” del presidente Morales. Los otros tres países también “se harán los locos”, diciendo que aquí no pasó nada. Por su lado, la UE ha criticado los actos de los cuatro “en términos severos”. Pero, pierdan cuidado, ningún Gobierno va a “castigar” a nadie.
Personalmente dudo que los europeos hayan actuado por orden de EEUU como ha repetido el Gobierno hasta el cansancio. Los cuatro son aliados de EEUU y miembros del mismo club (la OTAN). El entendido entre éstos es: “me rascas la espalda hoy y yo rasco la tuya mañana”. Pero no cabe duda de que debajo de esa alianza estratégica está también el poder sutil –lo llaman soft power– de la primera potencia mundial que solamente un tonto se da el lujo de ignorar. Pero supongamos por un momento que la CIA ordenó el embrollo. ¿Para qué condenar al Presidente a 13 horas de aburrimiento en el aeropuerto de Viena y ni siquiera revisar su avión? No tiene sentido. Más de 13 horas son suficientes para transportar un equipo de fuerzas especiales de Carolina del Norte hasta Viena y revisar el avión presidencial “de pe a pa”. Pero hay otra posibilidad: ¿será posible que tanto improperio esté colmando la paciencia del imperio y que finalmente éste decidió dar una pequeña lección? Posible, pero también dudoso.
Estoy de acuerdo en que en EEUU reina un clima de preocupación por el terrorismo, pero es una exageración comparar el embrollo europeo con “el bramido de un elefante herido”, como dijo recientemente un colega. En primer lugar, la NSA espía las comunicaciones de gil y mil desde hace 60 años, y en segundo lugar el espionaje doméstico e internacional no comenzó con el fatídico 11 de septiembre. Es más, los ingleses y los españoles también han sido víctimas de esta peste. Creer que éstas y otras democracias no espían llamadas telefónicas y todo lo que pasa por Internet es pecar de inocente. Recientemente, Le Monde reveló los alcances del espionaje doméstico francés que es exactamente lo mismo que hacen los EEUU. Tanto el espionaje de las comunicaciones como las violaciones de la privacidad por Gobiernos democráticos y no democráticos es parte de la civilización moderna, que se ha intensificado y sistematizado desde 1950. El terrorismo, tráfico de armas y drogas, lavado de dinero, corrupción financiera y contrabando son temas de mucha importancia que atañen a países grandes y chicos como son también el espionaje industrial y el “hackeo” de computadoras públicas y privadas. Y toda esta criminalidad ha cobrado eficiencia y rapidez gracias a las tecnologías modernas. Pero volviendo al terrorismo: la gran preocupación de EEUU y de muchos otros países es la posibilidad de ataques terroristas con armas nucleares, biológicas o químicas. ¿Es posible que la seguridad nacional no tome precedente sobre la libertad ante tales amenazas? Es una situación difícil para países respetuosos de sus leyes porque los pone literalmente entre la espada y la pared. Ésa es la realidad que vivimos.