EDITORIAL
La Paz, de frente al porvenir
La Paz, de frente al porvenir
Hoy, como hace más de dos siglos, de la manera como La Paz afronte sus propios desafíos depende en gran medida el futuro nacional
El 16 de julio de todo los años, como corresponde a toda fecha importante del calendario cívico nacional, suele hacerse un paréntesis en la rutina noticiosa para conmemorar lo que ocurrió ese día, hace ya 204 años, y reflexionar sobre la manera cómo la huella dejada por esos acontecimientos influye en nuestro presente y, lo más importante, extraer las lecciones necesarias para que la experiencia histórica sea útil y así proyectar mejor el porvenir.
En el caso de la efeméride paceña, la importancia de hacer esa reflexión entre el pasado, presente y futuro es mayor aún porque hoy, como hace 204 años, cuanto ocurre en La Paz influye para bien o para mal en todo el resto de nuestro país. Y son tantos y complejos los desafíos que ese departamento debe afrontar, que no es exagerado afirmar que de la manera como sean encarados por sus autoridades y habitantes dependerá en gran medida la suerte de todo el país.
Al observar la realidad actual de La Paz y sus habitantes, el primer dato que sobresale es el relativo a la continua disminución de su importancia relativa en el contexto nacional. Véase el asunto desde el punto de vista económico, demográfico, político o cultural, será ineludible reconocer que todos los factores que hicieron de La Paz el centro más importante del país tienden a debilitarse en un proceso lento pero irreversible y es responsabilidad de todos –y no sólo de quienes viven en ese departamento— asumir esa realidad y el enorme reto que conlleva.
Desde el punto de vista económico, se ha confirmado que la tendencia iniciada en 1996, cuando La Paz perdió por primera vez ante Santa Cruz su puesto de mando, no ha dejado de acentuarse. Así, según los más recientes datos, La Paz ya sólo contribuye con el 24 por ciento del Producto Interno Bruto mientras Santa Cruz lo hace con el 30 por ciento. Y si el promedio de crecimiento de la economía boliviana fue de 5,2 por ciento, el de La Paz estuvo por debajo del promedio, con sólo un 4.9 por ciento, mientras Santa Cruz creció al 8,6 por ciento.
Tan elocuente realidad tiene, como no podía ser de otro modo, diversos efectos multiplicadores, como las corrientes de desplazamiento demográfico, por ejemplo. Como indican los resultados del más reciente Censo, ya no es La Paz, como lo fue desde tiempos remotos, sino Santa Cruz, el departamento donde se concentra la mayor cantidad de población boliviana. Y si bien La Paz es el segundo departamentos en número de habitantes, es sólo el sexto en cuanto al ritmo al que crece su economía.
Si se une el factor económico al demográfico, resulta imposible soslayar sus obvias consecuencias políticas.
En ese contexto, y dados los antecedentes acumulados durante más de dos siglos, resulta evidente que de la manera como La Paz afronte sus propios retos depende en gran medida el futuro nacional. Es de esperar, por eso, que quienes tienen en sus manos la suerte de ese departamento sepan que no es dando la espalda a la realidad y a la historia, sino asumiendo los nuevos retos con ideas y actitudes también nuevas, como se podrá lograr que el pasado y sus glorias, en vez de ser un lastre, sean una fuerza propulsora hacia un renovado porvenir.
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