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Lo que los Estados Unidos desean en Egipto

Lo que los Estados Unidos desean en Egipto

Anne-Marie Slaughter.- Tanto los Hermanos Musulmanes como la oposición liberal de Egipto están criticando rotundamente a los Estados Unidos, país que está haciendo todo lo posible para no apoyar a un bando particular, sino más bien una concepción de la democracia liberal que entraña elecciones libres y justas y un modo de gobierno que respete y acepte las opiniones minoritarias y los derechos individuales. Sin embargo, para seguir por esa vía, será necesario hacer frente a Israel y a Arabia Saudí.
Los jóvenes que hace dos años y medio encabezaron la revolución de Egipto han sospechado de los EEUU simplemente porque apoyó el régimen del expresidente Hosni Mubarak durante 30 años. Desde la perspectiva de los EEUU, el presidente Barack Obama pasó en seguida del apoyo a Mubarak al apoyo al pueblo, pero no les pareció así a quienes protestaban en las calles de El Cairo. Cuando Mohamed Morsi, de los Hermanos Musulmanes, fue elegido Presidente en 2012, muchos egipcios supusieron que los Estados Unidos habían de haberlo apoyado, porque no podían imaginar que este país aceptara un resultado que no deseaba.
Así, pues, ¿qué deben hacer ahora los EEUU y otros Gobiernos que apoyan la democracia liberal? La respuesta podría afectar al futuro político de Egipto y al de los países de toda esa región.
Como han señalado muchos comentaristas, desde el punto de vista de los islamistas la destitución de Morsi se parece mucho al derrocamiento de un Gobierno islamista democráticamente elegido por el ejército de Argelia en 1992 (con el apoyo de los EEUU); al “golpe blando” del ejército turco en 1997, cuando obligó a abandonar el poder a un Gobierno islamista democráticamente elegido, y a la retirada del apoyo a la “democracia árabe” por parte del Gobierno de los EEUU, después de que Hamás ganara las elecciones en Gaza en 2006. Si la alternativa para los islamistas sigue siendo entre balas o votos, ahora aquéllas pueden parecer más prometedoras.
Sin embargo, unos 17 millones de egipcios se manifestaron para protestar contra el Gobierno de Morsi, la mayoría de ellos ciudadanos que se habían movilizado para exigir un Gobierno atento a sus necesidades. Morsi y su partido Libertad y Justicia (el ala política de los Hermanos Musulmanes) no dieron señales de estar dispuestos a aceptar una avenencia real, en lugar de retrasos tácticos, con vistas a hacer realidad su concepción de un Estado islámico. En su discurso final, Morsi reunió a sus tropas para lanzarse a las barricadas y al derramamiento de sangre, en lugar de la avenencia que le habría permitido conservar su cargo.
La democracia liberal auténtica requiere la aceptación del principio de que en un país pluralista y dividido es posible gobernar sólo mediante la renuncia a la exclusión y no mediante la imposición. Cualquier otra cosa indica que el Islam político es el marxismo de nuestro tiempo, al preparar una estrategia a largo plazo encaminada en última instancia a substituir el sistema, en lugar de reformarlo. La opción democrático-liberal es la de participar en el estira y afloja sobre el papel de la religión en la vida pública dentro de los límites fijados por una constitución absolutamente mayoritaria, como hacen en los EEUU, en Europa y en Israel los partidos de orientación más religiosa.
Dadas esas consideraciones contrarias, los EEUU deben empezar a llamar “golpe” a los acontecimientos que comenzaron el 30 de junio, pero aún no “golpe militar”, pues un verdadero golpe militar substituye el Gobierno vigente por otro militar, cosa que no ha sucedido y puede no suceder, si dentro de seis meses se celebran elecciones verdaderamente libres y justas con la participación de todos los partidos.
Así, pues, los EEUU deben declarar que, de no celebrarse elecciones, suprimirán su ayuda al Ejército egipcio en una fecha determinada, pero esa decisión afecta tanto a las relaciones entre los EEUU e Israel como a las relaciones entre EEUU y Egipto, porque la ayuda de los EEUU ha ido encaminada a garantizar y preservar el tratado de paz de Egipto con Israel. En las dos últimas semanas, Israel ha aumentado su cooperación con los generales de Egipto para perseguir a los extremistas islamistas en el Sinaí. Igualmente importante es que los EEUU y el mayor número posible de países expresen con toda claridad al Ejército de Egipto su deseo de que se ponga fin a la detención de los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, a no ser que el Ejército los juzgue por haber incitado públicamente a la violencia.
Pero, para poner fin a la campaña del Ejército contra los dirigentes de los Hermanos Musulmanes es necesario celebrar conversaciones con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Esos dos países autorizaron una ayuda combinada a Egipto de 8.000 millones de dólares inmediatamente después del 30 de junio y no ocultan su deseo de erradicar a los Hermanos Musulmanes, pero la estabilidad política que se compra de ese modo no puede durar mucho más de unos meses.
A largo plazo, un Gobierno democráticamente elegido tendrá que reunir a suficientes sectores de la sociedad egipcia para adoptar las difíciles decisiones de desmantelar el corrupto Estado dentro del Estado que es el Ejército, recortar las subvenciones y reconstruir los fundamentos de la economía. La de devolver a los Hermanos Musulmanes a la clandestinidad es una receta para una mayor inestabilidad.
Las revoluciones fluctúan con frecuencia entre los extremos antes de que las fuerzas suficientemente potentes para derrocar a Gobiernos lleguen a ser lo bastante fuertes y legítimas para gobernar. Todos los amigos del pueblo egipcio debemos apoyar los principios y los procesos de la democracia liberal, independientemente de los políticos y los partidos a los que ofendamos.