OPINIONES DESDE EL CESU
Mutación democrática en Brasil
Mutación democrática en Brasil
Fernando Mayorga.- Hace dos meses empezaron las protestas sociales en San Pablo y, con el paso de los días, el proceso político en el vecino país devino en una incógnita. La primera reacción de los politólogos brasileros fue invocar la palabra perplejidad, aunque yo les aconsejo usar una frase de Carlos Monsiváis que me sirvió para reflexionar sobre nuestra crisis de la década pasada: “O no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo”. Una vez asumido el cambio de situación en Brasil se trata de buscar pistas explicativas pisando el balón antes de lanzar un pase al vacío. Como Clodoaldo en 1970. También sirve mirar a un costado y dar un pase en sentido opuesto porque hay un espacio/tiempo que nadie más ve. Como Ronaldinho en Atlético Mineiro.
Se pueden seguir muchas pistas para explicar la coyuntura brasilera. Unas interpretaciones apuntan al desfase entre demandas y expectativas generado por el éxito de las políticas de inclusión social. Otras miradas enfatizan en el carácter de las protestas juveniles que muestran la importancia de las denominadas redes sociales. Desde otra perspectiva se incide en la distancia entre la sociedad civil y el sistema político engrandecida por la resistencia de los partidos a encarar reformas electorales y políticas. Una resistencia que no tiene asidero debido a la corrupción imperante en el ámbito legislativo y en la gestión pública que pone en cuestión la legitimidad de la clase política como élite gobernante. Entonces, ¿se trata de una crisis del modelo de crecimiento económico y redistribución social? ¿Es una crisis política o estamos ante el inicio de una crisis estatal? ¿Es una muestra de debilidad gubernamental y de la propia capacidad mediadora del partido de gobierno? A mi juicio, no se trata de crisis política, sino de una mutación en la democracia brasilera, es otra manifestación de ese rasgo predominante en la democracia latinoamericana que se expresa en la capacidad de acción autónoma de la ciudadanía y de la debilidad de la representación política.
La democracia en América Latina se afianza y, al mismo tiempo, se transforma. Se expresan cambios en el lazo representativo, en la acción colectiva y en el ejercicio de ciudadanía. La democracia cambia porque sus nexos con la representación política y la participación ciudadana dependen de un contexto matizado por el incremento de la conflictividad social y la creciente influencia del espacio público en el proceso decisional. Se destaca el ejercicio de ciudadanía con pautas de acción que exceden la participación electoral en la conformación de los poderes públicos porque la eficacia del voto ciudadano no se limita al rito en las urnas ni la elección de gobernantes. Las protestas sociales expresan la tensión existente entre una legitimidad de origen, basada en el voto, y una legitimidad de desempeño, aquella que se vincula a la calidad de la gestión pública, porque las autoridades elegidas se encuentran bajo la atenta mirada de la sociedad. Es decir, los gobernantes están sometidos al escrutinio permanente de su conducta por parte de una ciudadanía con capacidad de acción autónoma que cuestiona sus decisiones y exige corregir el curso de la gestión gubernamental.
Este rasgo de autonomía en la acción ciudadana se combina con las características que presenta el lazo representativo signado por la debilidad institucional de los partidos políticos como sistema y por la presencia de liderazgos presidenciales, cuya popularidad depende de las fluctuaciones en la opinión pública. En estas circunstancias, la respuesta del Gobierno de Dilma fue asumir el reto y encabezar el proceso de reforma política retomando la iniciativa para encauzar las demandas de cambio por un cauce institucional. En esa tarea sobresale la presencia de Lula como un factor carismático que respalda el liderazgo presidencial de Dilma, en una mezcla de Clodoaldo y Ronaldinho, una dupla imaginaria pero necesaria para encarar un partido decisivo.
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