EDITORIAL

Bolívar, Venezuela y Colombia

Bolívar, Venezuela y Colombia

Este año el aniversario del nacimiento de Bolívar estuvo cargado de simbolismos muy diferentes de los que lo caracterizaron en años anteriores

Un día como ayer 24 de julio, en 1783, hace ya 230 años, nació en Caracas Simón Bolívar. Y como viene ocurriendo desde que se consolidó la independencia de Venezuela, la fecha es recordada como una de las principales del calendario cívico de ese país y, aunque en menor medida, en los demás países “bolivarianos”, como el nuestro.
Durante los últimos años, más concretamente desde que en 1998 el Tcnl. Hugo Chávez asumiera el mando de su país, la fecha no sólo fue motivo de celebraciones cívicas sino que paulatinamente, año tras año, fue siendo elevada a la categoría de festividad religiosa. Bolívar fue despojado de su condición humana para ser dotado de cualidades casi divinas; sus opiniones y pensamientos elevados a la condición de dogmas merecedores de reflexiones teológicas y alrededor de la imagen y de las ideas del “Libertador” –aunque no de todas, sino de las más convenientes a determinadas circunstancias– se fueron sentando las bases de una especie de “religiosidad del Siglo XXI”.
Uno de los momentos culminantes de ese proceso de endiosamiento se produjo hace tres años, cuando por estas mismas fechas el por entonces saludable presidente venezolano ordenó la exhumación de los huesos de Bolívar con la declarada intención de que sus restos mortales vuelvan a los campos de batalla, esta vez para comandar las fuerzas del “Socialismo del Siglo XXI”. De paso, esperaba hallar entre los despojos indicios de un envenenamiento causado por una conspiración urdida entre Colombia y Estados Unidos, y tener así un argumento más para justificar su retórica belicista anticolombiana y antimperialista. Y aunque tales afanes resultaron infructuosos, Chávez no desperdició la ocasión para aumentar las dosis de odio y resentimiento hacia Colombia y Estados Unidos con las que nutrió a sus seguidores.
Tal frustración, sin embargo, no fue óbice para que los ideólogos de la revolución “bolivariana” hicieran de cada 24 de julio una ocasión para degradar la figura de Bolívar a la condición de un cliché propagandístico con el doble propósito de dar algún sustento de legitimidad histórica a la retórica chavista, por una parte, y para mantener vivos los enconos que quedaron latentes entre los pueblos de Venezuela y Colombia más de dos siglos después de las gestas independentistas, por otra.
Este año, el primero que encuentra a los venezolanos sin la presencia de Chávez, las conmemoraciones del natalicio de Simón Bolívar han tenido dos ingredientes muy diferentes a los anteriores.
El primero de ellos consiste en que además de haber tenido un perfil muchísimo más bajo, ya no fueron sólo en homenaje a Simón Bolívar sino que sirvieron como acto inaugural de la “semana aniversario” de Hugo Chávez, cuya fecha de cumpleaños, el 28 de julio, será puesta a la altura del 24 de julio. Es decir, Bolívar tiene, por lo menos en Venezuela, que compartir su altar.
Más importante aún es que las vísperas de las conmemoraciones de este año tuvieron como telón de fondo la formalización de la reconciliación entre los presidentes de Venezuela y Colombia, lo que dio un carácter doblemente simbólico al radical viraje dado por el heredero del difunto caudillo.