EDITORIAL

El debate sobre el aborto

El debate sobre el aborto

Estamos, pues, ante un tema complejo y estructural, sobre el que se tiene que debatir aceptando que hay principios y valores que las sociedades deben respetar para su propia supervivencia

En los últimos días y a propósito de una demanda interpuesta por una asambleísta del MAS ante el Tribunal Constitucional Plurinacional dirigida a legalizar la práctica del aborto, se ha desatado un debate –o, mejor dicho, una irrupción de posiciones antagónicas y sin ninguna voluntad de hacer interlocución– sobre este delicado tema.
Más allá del derecho que cada quien tiene de opinar al respecto (a contramano de quienes creen que sólo las mujeres pueden hacerlo, y mejor si están a favor de la propuesta de legalización, porque "las otras" son inmediatamente descalificadas), pareciera que en un principio se trató de un tema sacado de la manga para opacar varios aspectos de la cotidianidad que afectan seriamente al gobierno en funciones, pero que salió de control cuando dentro del gobierno y el MAS hay posiciones contradictorias, situación que pone en entredicho a muchos dignatarios que opinaron a favor de la legalización hasta que el presidente del Estado dijo que el aborto es un delito (de ahí la susceptibilidad de que se trataba de un asunto artificialmente motivado en un principio).
Sin considerar las razones por las que en este momento haya resurgido el tema, lo importante es establecer la necesidad de que se debata con apertura y capacidad de escuchar los argumentos a favor y en contra. Hasta ahora, mucha más plataforma mediática ha tenido la propuesta de despenalizar el aborto (impulsada, fundamentalmente, por organizaciones no gubernamentales que trabajan con mujeres) y se ha hecho un uso abusivo de la descalificación a quienes se han expresado en contra. En la sucesión de posiciones hay algunas verdades que se quiere relativizar y una, fundamental, es que en Bolivia está permitido el aborto propedéutico, es decir, cuando cumpliendo una serie de condiciones, entre ellas, violencia y salud, un juez autoriza un aborto. Lo que no está permitido, y esto también debe entrar en el debate, es entender al aborto como un medio anticonceptivo, como, por la sumatoria de radicalidades, emerge de algunas posiciones. Otra verdad fundamental es que ya no puede verse al feto como una cosa, pues, por la revolución tecnológica, fácil es comprobar que es un ser viviente al que, por medio del aborto, se elimina.
Estamos, pues, ante un tema complejo y estructural, sobre el que se tiene que debatir aceptando que hay principios y valores que las sociedades deben respetar para su propia supervivencia, que las diferentes posiciones se basen en argumentos filosóficos y técnicos sólidos, y que finalmente sea la sociedad la que se pronuncie: es decir, no responder al impulso de agrupaciones que, por más buenas intenciones que tengan, expresan sólo a una parte de la sociedad y no hay por qué presumir que tienen la verdad.
De otra manera no habrá avance alguno. Cada quien se atrincherará en sus posiciones y se impondrá la que circunstancialmente tenga una favorable "correlación de fuerzas" en la que la ciudadanía, aquella que será la que finalmente sufra las consecuencias de las políticas a aprobar, no cuenta más que para la retórica.