BENDICIÓN. El Papa Francisco no duda en demostrar su efecto con los niños en Brasil.
BENDICIÓN. El Papa Francisco no duda en demostrar su efecto con los niños en Brasil.

TRAS UNA SEMANA DE VISITA EN BRASIL

El Papa invoca al cambio social

El Papa invoca al cambio social

Río de Janeiro/Agencias

El papa Francisco culminó ayer su visita a Brasil, el primer viaje internacional de su pontificado, con un llamamiento a la Iglesia para que sea agente de cambio social por "un mundo nuevo", aunque evitó los temas más controvertidos, como el aborto, los abusos a menores y el matrimonio homosexual.
El Pontífice admitió las fallas de la propia Iglesia para esa misión y pidió a los obispos que reconozcan por qué pierde fieles, como es el caso de Brasil, donde el volumen de católicos ha caído en la última década aunque sigue siendo el país con mayor número en el mundo.
El propio Papa argentino se preguntó si la Iglesia no se ha convertido en "una reliquia del pasado", "demasiado fría" y "prisionera de su propio lenguaje rígido".
Fue un mensaje de renovación que trasmitió no solo con sus palabras, sino también con la forma en que condujo su visita de siete días a Brasil, que causó dolores de cabeza a los encargados de su seguridad.
Francisco viajó en un papamóvil sin protección en los laterales; bebió del mate que le dieron peregrinos en la calle; besó innúmeros niños y usó un utilitario en lugar de un automóvil de lujo.
Ayer afirmó que los obispos deben ser pastores cercanos a la gente, sencillos y austeros, "hombres que no tengan psicología de príncipes, que no sean ambiciosos". El Pontífice predicó el cambio en un país, Brasil, que clama por él, como demuestra la ola de protestas que vivió el país en junio, la mayor desde hace décadas.
A los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el acto por el cual visitó Río de Janeiro, les alentó a superar la apatía, ofrecer "una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas" y ser los protagonistas de los cambios sociales.
Más de tres millones de personas escucharon ayer su mensaje en una misa que abarrotó los cuatro kilómetros de la playa de Copacabana, donde el grito más frecuente fue: "Esta es la juventud del Papa".
Pero esa juventud es en general más liberal que la ortodoxia eclesial, según una encuesta realizada por el Instituto Datafolha a participantes de la JMJ. Así, el 65% de los jóvenes consultados defendió el uso de preservativos y el 53% la píldora anticonceptiva.
Alguna joven peregrina de la JMJ incluso se unió el sábado a la llamada "Marcha de las Vagabundas", en la que mujeres con ropas provocativas o sin sostén protestaron por los abusos sexuales y a favor del derecho al aborto.
El Pontífice evitó entrar en esos temas peliagudos y tampoco mencionó los abusos de menores cometidos por sacerdotes, un escándalo que empañó la imagen de la Iglesia en los últimos años en todo el mundo. Lo más cerca que quedó de referirse a ello fue un reconocimiento de las fallas del clero.
No obstante, el Papa no sólo está decidido a limpiar el Vaticano, sino a utilizar la fuerza que sigue teniendo la Iglesia para luchar por un mundo más justo. Su mensaje final a las más de tres millones de personas reunidas en la playa de Copacabana no deja lugar a dudas: “Llevar el evangelio es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo”.