LIBERTARIA
Facciones en el poder
Facciones en el poder
Luis Christian Rivas Salazar.- Los estadistas, filósofos y juristas del siglo XVIII y principios del XIX construyeron el sistema democrático representativo bajo el supuesto de que en un país todos los ciudadanos honestos tienen la misma meta final a la que deben consagrar todos sus esfuerzos.
Es evidente que de la natural diferencia de opiniones nacieron los partidos políticos. La palabra “partido” viene de la voz latina “pars” que significa parte, facción, “pars pro toto”, una parte del todo, que busca la mejor manera de conducir los asuntos del Estado.
Para Ludwig Von Mises, el constitucionalismo aseguraba que el Estado poco o nada interferiría en las condiciones económicas del mercado, por lo que todos los ciudadanos tenían un solo objetivo político: el bienestar de todo el país. Pero no pasó mucho tiempo para que las facciones, mayorías o minorías, dejen de lado esa meta para abrazar el intervencionismo y aceptaron el hecho de que era deber del gobierno apoyar, subsidiar y otorgar privilegios a grupos especiales.
Antes que Washington, el filósofo Hume previno sobre los efectos “nocivos” de los partidos: “Habría que detestar y odiar a los fundadores de sectas y facciones, porque la influencia de las facciones es directamente opuesta a la de las leyes”. Por su parte, Madison en 1787 entendía por facción a los “ciudadanos que actúan movidos por el impulso de una pasión común o por interés adverso a los derechos de los demás ciudadanos o a los intereses permanentes de la comunidad…”.
Entonces la concepción clásica de partidos políticos como agrupaciones de ciudadanos asociados para “tratar los asuntos políticos del país” (Constitución de Querétaro, 1917) derivó en meros grupos de presión que procuran conseguir privilegio especial a expensas del resto de la población.
Bolivia adoptó el intervencionismo económico constitucionalmente, vale decir, que el gobierno interviene en la economía y decide qué se produce, cómo se distribuye, qué se oferta y qué se demanda, dejando de lado la libertad económica.
Entonces, quienes detenten el poder manejan los hilos de la economía a su favor a expensas del resto de la población.
Este Gobierno está sustentado por un grupo de presión, los cocaleros, cuya máscara de acción política es un partido político prestado. Eso les da un privilegio especial a expensas del resto de la población. En efecto, los patrocinadores tienen el monopolio de la producción de la coca, no pagan impuestos pero la distribución de gastos se inclina a su favor, promulgan leyes sin ser los afectados directos, viajan y organizan encuentros pagados por otros ciudadanos, deciden sobre los nombramientos en la función pública, etc.
De uno u otro modo, se otorga a los integrantes del grupo de presión una posición especial. Se les concede algo que les es negado en otras condiciones u otros gobiernos; o se les concede privilegios que se les niega a otros sectores.
Por eso, nacen partidos políticos que son grupos de presión, por ejemplo, el partido de los trabajadores.
Pero este fenómeno ocurre en casi todos los países del mundo; en Estados Unidos, por ejemplo, tanto en filas demócratas como republicanas, existe una lucha de aspiraciones, cada parlamentario representa ciertos intereses particulares.
La idea de que cada parlamentario represente sólo los intereses de su distrito y no así de toda la nación no pasó por la mente de los fundadores del gobierno constitucional del siglo XVIII y la política de los grupos de presión ocasiona que los gobiernos no puedan frenar la inflación. Si cada representante exige el cumplimiento de su propia demanda, ésta resulta pocas veces satisfecha y todos buscan privilegios del intervencionismo estatal.
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