OBSERVATORIO

Bolivia mestiza, ¡salud!

Bolivia mestiza, ¡salud!

Demetrio Reynolds.- Acabamos de volcar una página de aniversario, aniversario de fundación de la República, del país que se llama Bolivia, así con todas sus letras, y no de ningún Estado apócrifo que ha pretendido suplantarlo. Ese hecho da cierto sentido de oportunidad al comentario sobre la población que mora en esta dignísima tierra.
Ha causado gran revuelo el dato de que el 69 % de la población no es indígena. No hay motivo para subestimar al resto (31%); más bien satisface saber que aún existe el vestigio honorífico de lo que fuimos nosotros mismos, en las raíces profundas de nuestro origen. De forma irreversible, también lo forastero de antaño ya se lleva dentro; la confluencia de ambos es nuestra auténtica identidad.
Aceptar esta verdad no ha sido fácil. No porque de suyo sea difícil sino porque la politiquería afincó sus poderes en la mentira, para encubrir ilícitas actividades lucrativas en alguna región del país. Para eso sirvió, por lo menos hasta ahora, la hegemonía del poder total, las posturas falaces, los dobles discursos, la moral acomodaticia, las trampas calculadas y la legión de zalameros especializados en justificar hasta lo injustificable.
Fue necesario que el mismo autor descorra el telón de la verdad. “Pita maita juchachanqui si de tus manos buscaste”, dice la letra de un huayño. No fue ni con mucho lo que –por lo que cuesta y por lo que significa-- se esperaba. Aún no se sabe qué datos más han sido adulterados. Por lo menos en cifras gruesas, el censo puso en evidencia que la mayoría demográfica del país fue excluida. Nunca pudieron explicar por qué se dejó fuera el término “mestizo”, pero lo hicieron, como todo lo hacen, autoritariamente.
Sin embargo, no era preciso ser sociólogo, abogado o un letrado para entender; era suficiente abrir los ojos a la realidad. Y ahí está chillando lo que somos. El aborigen (llamado originario ahora), que encontraron los españoles en el incario, hasta por fuera ya es distinto. En ninguna parte hoy se ve a la mujer con ajzu y aymilla ni al indígena con poncho sombrero y ojotas. Y la mayoría habla, como el propio Morales, sólo el castellano. También la “Pachamama” hizo lo suyo. A la vuelta de poco tiempo, los españoles migrantes ya no se parecían a los que no salieron de España. Escuchad un poco la música nacional o la de tierra adentro; ese es otro testimonio de la verdad.
Lo contrario cae por sí mismo. Las 34 etnias del oriente, ahora opositoras al régimen, no son naciones. Las otras dos del altiplano se hallan diseminadas por todas partes. Ambos configuran el rostro común del mestizaje. El tal plurinacional no existió nunca. La Whipala, a pesar de la imposición, no funciona; representa la auto segregación de quienes fingen no ser bolivianos. La divisa “patria o muerte” es la expresión de la política alienante, recuerda al muro de Berlín y a la extinta URSS detrás de la Cortina de Hierro. Eso es todo.
Con las vueltas de la vida, estos momentos son propicios para renovar la fe en Bolivia; tal cual es, sin deformaciones ni mentiras.