OJO DE VIDRIO
¿En qué mundo se criaron?
¿En qué mundo se criaron?
Ramón Rocha Monroy.- Hay gente, sobre todo jóvenes, que desconfían de cualquier acto público: si es a favor, inmediatamente piensan cuánto se habrá pagado o dicen que te estás tramitando una embajada o un cargo público; y si es en contra, igual: cuánto te pagará la oposición para estrellarte de esa forma contra el oficialismo.
Pobrecitos. ¿En qué mundo se criaron? No me gustaría ni siquiera imaginar ese mundo mezquino, donde prima el cálculo del costo-beneficio, la ventajita que vas a sacar si dices algo o si te callas, las influencias que puedas tener con los poderosos, el te doy pero qué me das a cambio, el “challenge and response”, que tanto abominaba Julio Cortázar.
Los más de estos críticos provienen de la clase media urbana, los “culitos blancos”, como los llaman con cierta malicia y que al parecer se criaron en un mundo de la ventaja egoísta, de la sobreprotección de los papis, del transporte al colegio privado, del barrio suburbano y cerrado al libre tránsito que en vano protege la Constitución; de la selección de tus amigos, hijito, no te vas a juntar con esos cholos.
Cuando yo era joven, gente de clase media urbana, quizá “culitos blancos” en términos raciales, luchaban por la liberación nacional o la revolución sin otro interés que el respeto por sus convicciones. Ni siquiera salir profesionales y hacerse ricos en el ejercicio los entusiasmaba, pues el lugar primordial estaba ocupado por la entrega al otro, por la vocación de servicio que los llevaría a las luchas de liberación nacional y luego a la resistencia contra las dictaduras. ¿Por qué lo hacían si en ello se les iba la vida, la seguridad económica, la enemistad con los de su clase? Por puro respeto a sus ideas, por lealtad a su formación, ya fuera marxista o cristiana.
Algo ha tenido que pasar desde entonces, porque si tú expresas con sinceridad lo que sientes, si dices que el modelo económico funciona y por tanto hay excedente y se puede esperar que esto dure, no lo estás diciendo por defender tus ideas y convicciones sino porque te han pagado o porque te estás tramitando una canonjía oficial.
Si los han educado en esta filosofía, ¿cómo educarán ellos a sus hijos? Cortázar clasificaba a la gente en cronopios y famas (las esperanzas no eran ni lo uno ni lo otro); los famas eran los ventajitas, los utilitarios, los de gestos comprados, para nada gratuitos, los analistas del costo-beneficio, del qué saco si hago esto o cuánto voy a ganar, de qué me sirve, en qué aprovecho. Pues estamos ante un caso flagrante de famas que educaron a sus hijos en esta filosofía utilitaria y ellos educarán a sus hijos y a los hijos de sus hijos en el mismo cálculo y cautela.
¿Qué pasa si los desengañamos, si no pedimos nada, si no sacamos ninguna ventaja? Yo creo que es la mejor respuesta, porque aquella generación que se inmoló por sus principios estaba conformada por hombres y mujeres mucho más íntegros y cabales que nosotros, y si los sobrevivimos fue por la obligación de contarlo, de preservarlos en la memoria colectiva. ¿Qué perdemos al seguir en bicicleta en lugar de manejar un coche último modelo? Nada, porque pedalear es darle cuerda al corazón.
|