EDITORIAL

La persistencia de la violencia

La persistencia de la violencia

El hecho de que el mayor índice de agresiones se presente contra mujeres y niños demuestra la persistencia de un espíritu autoritario en la mentalidad del ciudadano

Las recurrentes manifestaciones ciudadanas contra la violencia no hacen otra cosa que poner en evidencia que no han sido suficientes las acciones emprendidas hasta hoy para ponerle fin, y que sigue siendo urgente la necesidad de nuestro país de combatir contra tan terrible práctica.
Y no es que la sociedad civil esté reaccionando de manera tardía frente a este problema. Numerosos son ya los estudios que han demostrado la persistencia de la agresión en el diario vivir de los bolivianos, e innumerables las manifestaciones en contra de ella y en demanda de acciones concretas y efectivas para erradicarla.
El problema es que, además de diseñar y aprobar nuevas leyes contra la violencia, que parecieran buscar impactos mediáticos políticos antes que dar soluciones concretas al problema, no se han ejecutado medidas adicionales y complementarias que consigan que aquello que se plasma en la Ley se transforme en realidad práctica.
Hay muchos elementos en torno a la violencia que deben ser considerados, más allá de la mera aprobación de nuevas leyes.
Uno de ellos, es que el hecho de que el mayor índice de agresiones se presente contra mujeres y niños, demuestra la persistencia de un espíritu autoritario en la mentalidad del ciudadano, puesto que se trata de dos sectores especialmente vulnerables ante el abuso físico y sexual.
En este sentido, tenemos una ardua tarea que consiste en desterrar la arbitrariedad, la intolerancia y el autoritarismo como patrón común dentro del relacionamiento entre seres humanos, entendiendo que la libertad y los derechos colectivamente aceptados por la sociedad no son simples enunciados en exhibición para pretendernos modernos, sino un conjunto de principios de vida que debemos respetar y promover de manera solidaria y comprometida.
De igual forma, y antes de pensar en aprobar más leyes, se debe poner en marcha mecanismos que garanticen la plena conciencia de las personas respecto de sus derechos, así como de los mecanismos e instituciones a las que se debe acudir para lograr la plena garantía de su cumplimiento.
Adicionalmente, las instituciones deben incrementar profundamente sus niveles de eficiencia a la hora de hacer cumplir la Ley y garantizar los derechos de la ciudadanía. Debemos considerar que si los agresores no desisten de cometer delitos, seguramente se debe menos al tamaño de las penas impuestas por la norma que al hecho de que saben que la ley nunca les llegará a caer, ni con sanciones grandes ni con pequeñas.
Sólo si abordamos el problema con seriedad y constancia, además de una visión integral que nos permita analizarlo sin prejuicios y en su real dimensión, podremos iniciar un fructífero camino hacia la construcción de una sociedad más respetuosa del derecho ajeno, con igualdad de género y protectora de sus niños.
El otro camino, el que hemos seguido hasta ahora, nos conduce a llenarnos de leyes redundantes y cada vez más grandilocuentes, que sirven para acaparar momentáneamente la atención de los medios por nuestras supuestas buenas intenciones, pero que no sólo dejan los problemas de fondo intactos, sino que propician que el mal de la violencia crezca y se generalice sin control.