Con fe y esperanza mirando al futuro

Con fe y esperanza mirando al futuro

Jesús Pérez Rodríguez.- Hace unos días hemos celebrado el 188 aniversario de nuestra soberanía e independencia patria entre alegrías propias de los hijos de Bolivia y con los quejidos de algunos por las cosas no logradas aún. Hemos recordado a nuestros héroes y próceres de la independencia. En la galería de los héroes están hombres y mujeres cuyo ejemplo en construir la Patria no debemos olvidar. Hay que recordar que estos notables de la Patria conservaron la fe cristiana hasta el final de sus vidas.
El pueblo de Dios, la Iglesia, también tiene sus héroes, son los Santos y todos aquellos creyentes en Cristo que han vivido su peregrinación en la fe en un forma ejemplar y son un estímulo para todos los que seguimos a Cristo. En este domingo la segunda lectura comienza con una especie de definición de la fe. Y, nos da una lista de personas que nos han dado ejemplo admirable de fe. Esto lo hace el autor de la carta a los Hebreos para animar a los cristianos conversos del judaísmo al cristianismo a perseverar en la fe en Cristo y en su cuerpo, la Iglesia.
En el calendario cristiano, el día de hoy, 11 de agosto, celebramos y admiramos a una mujer excepcional que animada por la mirada de fe y esperanza en la vida futura supo renunciar a todos los bienes terrenos fundando con Francisco de Asís, la Orden de las damas Pobres, las clarisas. Esta mujer es Clara de Asís. Clara vivió como peregrina y extranjera en este mundo. Permaneció en vigilante espera la llegada del esposo. Según la carta a los hebreos estas personas esperaban una patria mejor y esto, no porque todo fuera claro para ellos, sino por la fe en Dios que les había prometido unos bienes imperecederos. San Francisco decía: “grandes cosas hemos prometido, mayores nos están prometidas, guardemos estas, superemos por aquellas”.
El evangelio de Lucas 12,32-48, correspondiente a este domingo, quiere que como los discípulos de entonces, los cristianos de hoy vivamos en vigilante espera: “tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. O sea, que permanezcamos en alerta, en vigilancia. Los empleados deben estar preparados, en vigilancia. De la misma manera, el dueño de la casa debe permanecer despierto porque no sabe el día ni la hora que vendrá el ladrón.
Vigilar significa no instalarse no dormirse en lo que se ha conseguido. Vivimos una sociedad consumista que busca satisfacer todos sus deseos, con un cristianismo a la carta, o sea, acomodado a nuestros gustos y caprichos. Hay que convencerse de que, si no somos desprendidos, sencillos, si no sufrimos, si no nos falta nada; es que nuestra fe es muy pobre y, por consiguiente, nuestro amor a Dios y al prójimo también.
El cristiano nunca puede vivir satisfecho, contento, porque ha hecho todo lo que debía hacer, siempre es insuficiente todo lo que hayamos hecho. La alegría del deber cumplido, la alegría profunda es otra cosa. Es necesario creer cada día en menos cosas para llegar a creer mucho más en Dios; cada día esperar en menos cosas para llegar a tener más esperanza en Dios y en sus promesas de la vida futura; amar menos cada día los variados cachivaches que nos rodea y también amarnos menos a nosotros, para poder amar más y más a Dios y amar al prójimo como Cristo nos enseñó.
Cristo es el modelo de amor a su Padre y a nosotros. Con el ejemplo de su vida y sus enseñanzas nos reveló la escala de valores a que se ha de ajustar la vida del que quiera ser discípulo de él. Cristo nos enseñó a ser: pobres, humildes, desprendidos, comprensivos dándonos a los demás sin retaceos. El creyó totalmente en su Padre y creyó en nosotros. El sigue siempre esperando que respondamos a su amor infinito. Cristo ofrendó su vida en la cruz y sigue ofreciéndola en cada eucaristía por amor al Padre y a nosotros.
Vigilar y vivir despiertos, significa dar sentido a cada acción que realizamos, a lo que decimos en la proclamación después de la consagración de la eucaristía: “Ven, Señor Jesús”. Sí, ven porque nuestra seguridad eres tú. Ven porque la fe que anida con la esperanza y el amor en nuestro corazón, hace que sepamos que el vacío que vivimos solo tú puedes llenarlo. La insatisfacción con la certeza de un Dios que lo da todo, que satisface todo, le llevó a Santa Teresa a decir: “nada te turbe, nada te espante… sólo Dios basta”.
En este Año de la Fe cada cristiano que ha estado atento al llamado de Benedicto XVI, habrá hecho un intento de crecer en la fe testimoniándola con la vida. “La fe sin la caridad no da fruto y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y la caridad se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino”. (Porta fidei 14). La fe nos lleva a estar preparado para la hora del Señor con las lámparas encendidas del amor a Dios y al prójimo.