EDITORIAL

Las lecciones en hidrocarburos

Las lecciones en hidrocarburos

Que el gobierno asegure que la sociedad con empresas transnacionales sea mutuamente beneficiosa no es sólo aceptable, sino necesario e indispensable

Recientemente se supo que la inversión extranjera en la industria de hidrocarburos del país, durante el primer semestre del año, es equivalente a cerca del 42,5% del total de las inversiones en el rubro. La noticia llega con la confirmación, por parte del Canciller boliviano, de que las relaciones entre el Estado boliviano y la petrolera Repsol no serían afectadas por el reciente impase con varios países europeos, incluido el reino de España, a raíz del tema del avión presidencial.
La declaración de David Choquehuanca, junto a su llamado para que las empresas extranjeras realicen inversiones en Bolivia, muestra un ajuste en la dirección correcta en lo que se refiere a las políticas de inversión en nuestro país. Ajuste que, más que de declaraciones, requerirá de muestras claras de parte del Estado boliviano, en el entendido de que los hechos, más que las palabras, son los que activarán un proceso de recuperación de la credibilidad y la confianza de los inversionistas en el país, afectadas por algunas nacionalizaciones, más por la forma en la que se las ejecutó, que por el fondo.
Corresponde señalar que esta apertura parece ser correcta porque el dato inicial que da cuenta del porcentaje de inversión extranjera en hidrocarburos es la constatación de lo difícil que resulta hacerse cargo del negocio cuando no se cuenta con los recursos, la tecnología, el personal especializado ni las dinámicas de gestión y administración apropiadas para trabajar eficientemente en la racional explotación de hidrocarburos.
Ciertamente, todas las empresas exitosas en este rubro cuentan con socios que las fortalecen como inversionistas, proveedores de tecnología y/o facilitadores de logística. Ejemplo de ello es Petrobras, en cuya participación accionaria el Estado brasileño guarda poco más del 30%, mientras que el resto se distribuye entre una variedad de socios.
Que la inversión extranjera del primer semestre en hidrocarburos alcance poco más del 42% del total, justamente cuando salimos de una etapa de pretendida autosuficiencia en la que deberíamos haberla superado con creces, no es sino una evidencia de que luego de siete años de asumido el control de la industria, no somos capaces de realizar las inversiones y los proyectos para los que hasta las más grandes empresas buscan actuar en sociedad.
Es de esperar, entonces, que las lecciones aprendidas durante los últimos años propicien la construcción de un nuevo clima en que se asuma con serena normalidad la necesidad de socios para el fortalecimiento y crecimiento de nuestra industria hidrocarburífera. De la misma forma, debemos comprender que quienes sean parte de alianzas presentes y futuras, no han venido al país a hacer caridad, sino negocios, por lo que asegurarnos de que la sociedad sea mutuamente beneficiosa no es sólo aceptable, sino necesario e indispensable.
De otra forma estaríamos optando por mantener nuestros hidrocarburos en el subsuelo, alternativa absurda si consideramos todos los programas desarrollados en el país para utilizar, particularmente el gas, como el insumo principal de nuestra matriz energética, como se observa en el incremento de su uso en los domicilios, la industria y en la generación de electricidad. Esto, sin duda, requiere una mayor producción de hidrocarburos.