EDITORIAL
Unas elecciones perturbadoras
Unas elecciones perturbadoras
No hay que olvidar que Argentina fue ubicada entre las cinco potencias más desarrolladas del mundo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial
Las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) que se realizaron ayer en Argentina tienen la virtud, de acuerdo a los analistas de ese país, de poder abrir espacios de debate político que permitan recuperar esta actividad en servicio al bien común.
Una primera consecuencia de estas elecciones —que definen las listas de candidatos al Congreso— es que la “re-reelección” de su actual Mandataria a través de una reforma que tenga carácter legal y constitucional se hace cada vez más difícil, aunque se debe tener en cuenta que en los regímenes del socialismo del siglo XXI o cercanos a él nunca la ley es un obstáculo para sus ambiciones, debido a que el partido oficialista ha perdido el control de importantes espacios de los que hasta estas elecciones era virtual propietario, frente no sólo a dirigentes que han salido de ese mismo sector, sino también de algunos partidos de oposición. Y si bien en términos absolutos el partido de la presidenta Fernández ha obtenido el primer lugar, está lejos del 53 por ciento que obtuvo cuando ella fue candidata a la reelección presidencial, circunstancia en la que con mucha habilidad se aprovechó la prematura muerte de su esposo y expresidente Ernesto Kirchner.
Pero, estas elecciones también significan un duro desafío a la oposición si desea conformar una fórmula que permita dentro de dos años sustituirla en el mando de esa nación. Como en muchos otros países, la oposición argentina está desarticulada, sufre de un personalismo excesivo, lo que dificulta construir una alternativa que además de unir sectores afines pueda proponer al
pueblo argentino un programa político y de gobierno dirigido a que ese país recupere el sitial que algún día tuvo en el concierto regional e internacional.
Cuando se observa Argentina siempre surge la pregunta de por qué una nación que ostenta escritores, filósofos, físicos, psicólogos de talla universal, tiene uno de los sistemas político-partidarios más corruptos de la región, que no ha podido consolidar una democracia estable, institucionalizada y eficiente. No hay que olvidar que Argentina fue ubicada entre las cinco potencias más desarrolladas del mundo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Pese a esos avances, lamentablemente no pudo, al mismo tiempo, desarrollar una institucionalidad política y empresarial, y a los diferentes experimentos políticos que surgieron de la mano del voluble peronismo (que ha prohijado tanto gobiernos de ultra izquierda como de ultra derecha, y también de centro) siguieron las más crueles dictaduras de América Latina y, ahora, un híbrido político que destaca, como informan cotidianamente los medios de ese país (a los que su Gobierno quiere regular), por la corrupción y la impunidad flagrante.
Sin embargo, con las elecciones de ayer se abre un espacio que los partidos políticos podrían aprovechar para construir una propu esta alternativa que no sólo signifique echar por tierra las ambiciones del régimen por eternizarse en el poder, sino que recupere un sentido ético de la acción política, teniendo como norte el servicio al bien común y la mejor y más justa redistribución de su riqueza.
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