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Esperanza entre la agitación de Oriente Medio

Esperanza entre la agitación de Oriente Medio

Tony Blair.- Siria es una pesadilla viva. Egipto se encuentra al borde del precipicio, pero, como demuestra el inicio de conversaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina, hay señales de esperanza y, aunque pueda parecer ilógico, la agitación de esa región está sacando por fin a la superficie sus problemas fundamentales de un modo que permite afrontarlos y superarlos. Éste no es un momento de desesperación, sino de compromiso activo.
Nadie consideró que hubiera más que mínimas posibilidades de reavivar el proceso de paz palestino-israelí y, sin embargo, ha sucedido y no se trata de conversaciones sobre conversaciones, sino de una auténtica reactivación de las negociaciones sobre el estatuto definitivo, con el compromiso por las dos partes de permanecer en el proceso al menos durante nueve meses.
Para quienes en el pasado nos hemos esforzado denodadamente –y con frecuencia en vano– en relación con esta cuestión, se trata de un logro enorme conseguido por la tenaz determinación del Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, y la buena disposición del Primer Ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, y del Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, a correr riesgos políticos con su opinión pública.
Mucho menos advertida fue la visita del Presidente del Yemen, Abd Rabbuh Mansur Hadi, a Washington, D.C. Contra todo pronóstico, el Yemen está experimentando un proceso de transformación política y 500 delegados de todos los sectores de la sociedad están preparando planes en pro de la democracia, la justicia y la igualdad.
En el Iraq, después de años de disminución de la violencia sectaria, las cifras de víctimas han vuelto aumentar, en parte por la guerra en la vecina Siria. Sin embargo, incluso en el Iraq, el Gran Ayatolá Ali Al Sistani, el clérigo chií más influyente del país, hizo pública recientemente una declaración transcendental en la que proclamó la necesidad de un Estado civil, no religioso, con igual libertad para que todos participen. Sistani expresó también su desacuerdo con los grupos próximos al Irán que quieren que los chiíes vayan a Siria para luchar a favor del régimen de Bashar Al Assad, junto con Hezbolá.
Asimismo, al comienzo del Ramadán, el rey Abdullah de Arabia Saudí, que es también el custodio de dos mezquitas sagradas, hizo una sólida declaración en la que reivindicaba el credo del islam frente a quienes lo perviertan en nombre de la política.
Libia y Túnez distan de estar asentados, como lo demuestran el reciente asesinato del principal político de la oposición de Túnez y la presencia de milicias descontroladas en las ciudades libias, pero los demócratas no abandonan.
Ahora está claro que el status quo en esa región no se mantendrá. La idea de gobierno de un “hombre fuerte”, régimen que mantiene el orden y que gusta al resto del mundo para relacionarse con él, porque es previsible, es cosa del pasado. No importa si el “hombre fuerte” es un psicópata, como Sadam Husein, o un moderado, como Hosni Mubarak, que mantuvo la paz en la región. Estamos en el siglo XXI y los ciudadanos de a pie quieren ser quienes forjen la política de su país. La alternativa es entre evolución y revolución.
La cuestión palestino-israelí reviste importancia decisiva para todos por razones evidentes, pero también pone a prueba la capacidad de la región para forjar un futuro diferente y mejor. Si esos dos pueblos pueden encontrar razones comunes para crear dos Estados, democráticos y libres, después de decenios de rencor y derramamiento de sangre, la región tendría un modelo de esperanza enormemente convincente.
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El autor es Enviado Especial del Cuarteto para Oriente Medio.
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