EDITORIAL

El papel de las Fuerzas Armadas

El papel de las Fuerzas Armadas

Mientras la Constitución establece con claridad que las Fuerzas Armadas no deben cumplir un papel político, algunos jerarcas castrenses declaran abiertamente su adhesión al “proceso de cambio” que enarbola el actual gobierno. ¿Es correcto que sean los propios gobernantes quienes alienten esa desobediencia constitucional?

Luego de la extensa etapa dictatorial que conoció Bolivia en tiempos contemporáneos, hasta la llegada del período democrático, que, con algunas crisis, se ha mantenido, apareció una firme convicción, que fue absolutamente compartida por los ciudadanos y los partidos políticos, en sentido de que las Fuerzas Armadas (FFAA) deberían ser respetuosas de la Constitución y cumplir con sus obligaciones específicas. El resultado de esta actitud significó que las FFAA hayan actuado, desde entonces, obedeciendo solamente al poder civil legítimamente elegido, encarnado en su capitán general que es el presidente constitucional.
El comportamiento de los militares ha sido unánimemente elogiado dentro y fuera del país por su respaldo a la institucionalidad, traducido no sólo en el sostenimiento de la estabilidad democrática, sino, además, en labores que han tenido un efecto positivo en la población. No hay exageración alguna si afirmamos que las Fuerzas Armadas se han prestigiado y obtenido una popularidad que habían perdido totalmente. De ahí que preocupa observar y escuchar que, a instancias del propio Gobierno, los militares estén apareciendo de manera innecesaria e incauta en el escenario político nacional. Han sido, justamente, los actores del actual Gobierno quienes, cuando estaban en papel de opositores, clamaron con mayor vehemencia por unas FFAA alejadas de la vida política y en algún momento incluso se manifestaron partidarios de su desaparición. ¿Cómo es entonces que ahora se las incita desde el poder a manifestarse de la forma en que lo vienen haciendo?
Inicialmente la conducta de los militares parecía esencialmente emblemática cuando exhibieron actitudes y gestos que tenían origen en lo más profundo del sentimiento del MAS. Era un simbolismo nuevo que adoptaron los mandos superiores que no preocupaban excesivamente. Luego algunos altos jefes pasaron de lo simbólico a lo ideológico, comprometiendo a las Fuerzas Armadas con posiciones que posiblemente tengan algunos de sus miembros pero que resulta injusto atribuirle a la institución.
El hecho de que la más alta jerarquía militar manifieste ahora abiertamente su afinidad y lealtad con el “proceso de cambio” que lidera el presidente Morales, ya es tomar partido políticamente. Esto es algo peligroso para el actual proceso democrático. Lisa y llanamente, las FFAA retornan a la política de manera activa. ¿No es una grave contradicción del Órgano Ejecutivo alentarlo? ¿No nos lleva esto hacia una involución institucional? ¿Las Fuerzas Armadas no deben estar acaso al servicio de la nación entera? Son algunas interrogantes que se plantean con fuerza en estos tiempos de curiosos vaivenes.
Y, mientras aguardamos por lo menos algunas respuestas, bueno es recordar lo que al respecto dice la Constitución Política del Estado: “La organización de las Fuerzas Armadas descansa en su jerarquía y disciplina. Es esencialmente obediente, no delibera y está sujeta a las leyes y a los reglamentos militares. Como organismo institucional no realiza acción política; individualmente, sus miembros gozan y ejercen los derechos de ciudadanía en las condiciones establecidas por la ley”.