EDITORIAL

Peligrosa dependencia del gas

Peligrosa dependencia del gas

La mejor manera de salvaguardar el futuro económico del país consiste en disminuir, y no intensificar, nuestra dependencia de las exportaciones de gas

En medio de una serie de muy halagüeños comentarios que últimamente han hecho representantes de los principales organismos financieros multilaterales, como el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Corporación Andina de Fomento y más recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo, ha pasado sin recibir suficiente atención una advertencia que ha sido hecha también de manera unánime. Se trata de la urgente necesidad de reconocer que la actual bonanza tiene como principal causa la coyuntura extraordinariamente favorable para países que, como Bolivia, tienen su principal fuente de sustento económico en la exportación de materias primas, principalmente hidrocarburos y minerales, y que, siendo tales circunstancias pasajeras, no conviene basar en ellas las proyecciones hacia el porvenir.
Por eso, a la par que las expresiones de optimismo llegan las exhortaciones para que se tomen los recaudos necesarios. Entre ellos, se destaca la necesidad de explorar nuevos mercados y diversificar la oferta exportable, pues se da por hecho que, tarde o temprano, se producirá una caída de los precios con las previsibles consecuencias negativas.
En el caso boliviano, la necesidad de ver con cautela el futuro es doble pues, a los factores atribuibles a los previsibles altibajos cíclicos de las cotizaciones en los mercados internacionales, se suma la excesiva dependencia de las exportaciones gasíferas de sólo dos mercados, Argentina y Brasil, dos países que, como es bien sabido, están haciendo muy grandes esfuerzos para disminuir su actual dependencia del gas boliviano.
De los dos, el futuro de las relaciones contractuales con Brasil es el que más debe preocupar. Y no sólo porque ese es nuestro principal comprador, sin que haya mayores posibilidades de abrir un mercado alternativo, sino, y principalmente, porque ese país está haciendo enormes esfuerzos económicos y tecnológicos para llegar al año 2019, cuando deberán renegociarse las condiciones contractualmente vigentes con nuestro país, en condiciones que le sean muy favorables. Brasil no pretende dejar de comprar gas boliviano, pero está decidido a hacerlo en términos que le sean mucho más convenientes que los actuales.
En nuestro país, en cambio, desde hace tiempo ya se oyen voces de alarma ante la falta de buenos resultados de los esfuerzos que se hacen para mejorar nuestra posición cuando llegue el momento de las negociaciones. Hay abundancia de anuncios esperanzadores, pero pocos resultados concretos y prácticos.
El más reciente ejemplo de esa manera de encarar el problema ha sido la suscripción de un contrato entre YPFB y las empresas Gazprom y Total, de Rusia y Francia respectivamente, para la exploración del bloque Azero, en el que se han depositado todas las esperanzas después de haber logrado resultados muy poco alentadores en anteriores intentos.
Es de esperar, por supuesto, que las nuevas exploraciones alcancen el mayor de los éxitos. Sin embargo, y aun asumiendo la más optimista de las hipótesis, todo parece indicar que la mejor manera de salvaguardar el futuro económico del país consiste en disminuir, y no intensificar, nuestra dependencia de las exportaciones de gas.