EDITORIAL
Un recuerdo siempre necesario
Un recuerdo siempre necesario
Al recordar hechos que dañaron la convivencia pacífica, lo que corresponde es reforzar las instituciones que cierran el paso a ese tipo de acciones
Un día como hoy, hace 42 años, y luego de cruentos enfrentamientos, particularmente en Santa Cruz y La Paz, ascendía al gobierno el entonces coronel Hugo Banzer Suárez que se prolongaría en el poder, en forma dictatorial, hasta el 21 de julio de 1978, cuando fue derrocado mediante otro golpe de Estado por su propio delfín.
El tiempo transcurrido aplaca las pasiones y permite explicar este hecho desde dos enfoques igualmente importantes. Uno, a partir de las razones que se utilizaron para justificar el levantamiento. De hecho, no es posible acusar a Banzer y sus seguidores de haber interrumpido un proceso democrático, pues los militares lo hicieron en 1969, cuando derrocaron al gobierno constitucional presidido por Luis Adolfo Siles Salinas, para dar paso a las dictaduras militares de Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres Gonzales, que se alinearon en una corriente entonces considerada progresista y que obtuvieron cierto respaldo popular por haber abierto espacios de participación a sectores organizados de la sociedad.
Pero, la inestabilidad de ambos gobiernos por los conflictos dentro de las FFAA que se convirtieron, en los hechos, en una entidad política en sí misma; las excesivas demandas de los sectores sindicalizados y la creciente radicalización de las entonces jóvenes agrupaciones de izquierda, provocaron la cohesión de sectores tradicionales del ejército que se aliaron con la mayoría del empresariado nacional y los entonces partidos tradicionales, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y Falange Socialista Boliviana (FSB) que, con abierto apoyo estadounidense y brasileño, lograron estructurar un proyecto político civil-militar que, finalmente, alcanzó la victoria ese 21 de agosto de 1971.
El gobierno surgido de las armas ofreció quedarse en el poder político el tiempo mínimo necesario para reordenar la vida institucional y política del país. Sin embargo, se presentaron al menos tres fenómenos que permitieron que Banzer pueda mantenerse en el poder hasta 1978, incluso expulsando al MNR y FSB de la conducción del gobierno: uno, la articulación de las dictaduras del cono sur para reprimir cualquier expresión popular de disenso, abriendo una etapa negra en toda la región, marcada por la sistemática violación de los más elementales derechos de las personas. El otro, un período de bonanza económica sin precedentes en la historia económica del país (cuyo fin, en las postrimerías de la década de los 70, significó también el fin de la dictadura banzerista). El tercero, la guerra fría entre Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que hizo que la primera privilegie en la región los gobiernos dictatoriales alineados con ella.
Un cuarto factor, aunque probablemente de menor incidencia, fue que el concepto de democracia ni sus virtudes estaban en la conciencia ciudadana. Será recién a partir de 1982 que la población hizo suya la democracia al punto que optó por diferentes programas políticos, esencialmente opuestos, pero bajo el manto de lo principios democráticos que, en todo caso, y dada la supervivencia de corrientes autoritarias, conviene siempre reforzar, precisamente recordando hechos que dañaron la convivencia pacífica y participativa de Bolivia, como es el 21 de agosto de 1971.
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