VENI, VIDI, VICI
El propio interés como sostén del mundo
El propio interés como sostén del mundo
Lizandro Coca Olmos.- En un libro titulado “El Socialismo Comunitario”, el Vicepresidente García dice que “en lo económico, lo que caracteriza al capitalismo no es el mercado […] sino que se genera y produce riqueza únicamente para obtener ganancia. Si en el socialismo se produce para satisfacer necesidades humanas, en el capitalismo sólo se produce si la producción genera ganancias”
Es verdad que el emprendedor capitalista tiene como objetivo la generación de ganancia, ésa es su intención manifiesta. Sin embargo, al perseguir aquella meta se ve obligado a satisfacer la demanda de sus semejantes, es decir, sus necesidades, porque al brindar esa satisfacción es que consigue los beneficios que tanto persigue.
Aquí hay, entonces, una intención que se cumple, “obtener ganancia”, y el medio para lograrlo es “satisfacer necesidades humanas”.
El socialismo de García supuestamente tendría como noble intención la de “satisfacer necesidades humanas”, descartando el afán de lucro por considerarse algo inmoral. Sin embargo, “no es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés.”
Dado que la sola benevolencia no suele garantizar que todos nos ocupemos de satisfacer necesidades humanas, convertir la noble intención de García en un medio para obtener ganancia ha sido la mejor vía para incrementar la producción mundial de bienes para la satisfacción de aquellas múltiples necesidades.
Aquellos lugares donde se ha intentado satisfacerlas, descartando la premisa de que quien lo hiciera obtenga algo que le interesa a cambio, se han condenado a la escasez o al trabajo forzado de personas que han tenido que ser obligadas por la coacción a realizar las labores que sus Estados les han asignado.
Las granjas colectivas de la Unión Soviética, tumba para cientos de miles de rusos, no fueron otra cosa que un vil intento por hacer trabajar gratuitamente a la gente para “la comunidad”. Al eliminarse el incentivo de la ganancia la gente pierde el interés por ser competente y satisfacer las necesidades de los demás.
La escasez venezolana es un reflejo de ello. Las personas que podrían producir los alimentos que faltan, o quienes podrían invertir para instalar fábricas de papel higiénico, deciden permanecer inmóviles porque nadie les garantiza que podrán quedarse con el fruto de su trabajo ni que su inversión será respetada.
Son los espíritus talentosos, creativos y trabajadores quienes sostienen el mundo sobre sus hombros, pero si a esos espíritus se les dice que de ahora en adelante su compensación será equivalente a la de cualquiera que no invierta el mismo talento, esfuerzo o creatividad, simple y llanamente se encogerán en hombros y dejarán que el mundo caiga. E intentar que lo hagan contra su voluntad no sólo significaría restituir la esclavitud, sino que requeriría de altos grados de coacción y tortura que finalmente causarían su muerte, como en las granjas colectivas de la URSS.
Por otro lado, si decidimos eliminar el incentivo de la ganancia y la posibilidad de satisfacer el propio interés, y no forzamos a la gente a poner su máximo esfuerzo en el trabajo, obtendremos una sociedad estancada como la cubana. Llena de mentes talentosas y gente ansiosa por prosperar, pero desesperada por hacerlo en un lugar donde el esfuerzo efectivamente implique recompensas frente a la mediocridad o el inmovilismo.
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