RESOLANA
Querida Mecha
Querida Mecha
Carmen Beatriz Ruiz.- No debe ser ninguna casualidad que esta carta te esté llegando justo hoy, 21 de agosto, aniversario del fatídico golpe de Estado que, un día como hoy, hace 42 años, vistió de luto el país. ¡Eras tan joven entonces¡ Y, sin embargo, diste la pelea. Y diste con tus huesos en la cárcel. Pero nunca te escuché quejarte, al contrario, con los años lograste convertir las situaciones dolorosas y humillantes de la prisión en un pretexto más para reírte de ti, contigo y con nosotras, uno más de los muchos con los que amenizabas las largas tertulias entre amigas. Cada nueva prueba que la vida te puso, o que tú misma buscaste, acicateada por tu sed de justicia y de la propia vida, significó una meta a cumplir, y te tragaste la vida, a bocanadas.
Escribo esta carta pública porque, como suele ocurrir con las personas que amamos y admiramos, nos resistimos a guardar esos sentimientos en un cofre cerrado, queremos gritarlos, que la gente se entere y que quienes no tuvieron el privilegio de conocerte sepan de tus marcas indelebles. Y la escribo llorando, aunque estoy segura que tú misma la tomarías a risa.
¿Por dónde empezamos a describirte Mercedes Urriolagoitia? Tenemos que contarle a la gente que fuiste maestra, economista, investigadora, militante y dirigente política de la izquierda del país y de todas las causas justas del mundo, defensora y abogada de oficio contra todas las injusticias que atropellan a la humanidad.
También tenemos que decirles a quienes tengan ojos para leer y oídos para escuchar que convertiste tu primera tragedia en una oportunidad, en tus tempranos 20 años, cuando fuiste a Chile a curarte y resultaste estudiando otra carrera. Y transformaste otro obstáculo, como el exilio, en la oportunidad siguiente, cuando saliste a México y allá desarrollaste una prolífica labor en la UNAM, volviendo a tus sueños de origen, la docencia.
Tanta gente pasó por tu casa en México que alguna vez los mismos que disfrutaron de tu mesa salpimentosa y la jarana y la música que salían naturales en tu entorno, dijeron que ya habías estado en la diplomacia porque tú casa fue embajada, referencia y refugio de muchos.
Te reías con picardía cuando te decían que podrías haberte quedado a vivir y trabajar en paz en el México de tus amores, pero viniste apresurada y entusiasmada a crear y desarrollar la AIPE, una hija tuya que todavía anda dando guerra por este mundo. Qué suerte para nosotras, tus amigas brujas, malinches, evas rebeldes, coquetas chamacas, beatas trasnochadas, viejas verdes, señoras de las quinientas décadas, feminitodas. Esa veta tuya fue inagotable, tu feminismo era pasión política pero, sobre todo, exaltación de la amistad y la solidaridad entre mujeres de toda laya. ¿Qué vamos a hacer cada dos de septiembre, cuando en lugar de festejar contigo, en explosión de risas, sabores, música, discusiones políticas, chismes y licores tengamos que aferrar el viento de tu ausencia?
Querida e inolvidable Mecha, hace unos días, cuando tus cenizas se entregaron al lago Titicaca, te imaginé sonriendo, aleteando las manos y desplegándolo, una vez más, como una capa de torero sobre sus azules aguas, el orgulloso espíritu que te hizo persistir, contra viento y marea, en tus utopías. ¿Qué somos si no deseamos lo imposible?
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