DESDE EL FARO

Programa alternativo e ingredientes del cambio

Programa alternativo e ingredientes del cambio

Erika Brockmann Quiroga.- Conforme se acerca el 2014, se acentúa la preocupación de la oposición política al MAS por presentar un “Programa Alternativo” (PA) y, en lo posible una fórmula única al país del “Evo Cumple”. Sin embargo, pregunto: ¿Cuán alternativo ha de ser ese programa, cuando en general prevalece el optimismo y la sensación, real y/o exagerada por la propaganda oficial, de que “vamos bien” gracias y sólo gracias a Evo?
Consciente de que la consigna de “reconducir el cambio” tiene media docena de lecturas ideologizadas y variopintas, comienzo señalando que, en tiempos de polarización discursiva y de inusitada prosperidad, se equivocan quienes imaginan lo alternativo como antítesis de la promesa del cambio real o imaginario asociado al MAS. Revertir esta concepción implica reconocer que el cambio no es monopolio del MAS; supone comprender que hay transformaciones sociales que operan en la sociedad y que trascienden la voluntad del líder mesiánico y su entorno. No se trata de volver al pasado, de reavivar nostálgicas ni catastróficas premoniciones.
En esta línea, deberá reafirmarse la necesidad de mantener el protagonismo estatal en la gestión pública en sectores económicos denominados estratégicos, sin que ello sea sinónimo de ineficacia o corrupción, o que derive en la satanización casi religiosa de la empresa privada nacional y transnacional también importantes en el marco de la economía plural y retos tecnológicos del nuevo siglo. Respecto al empoderado cooperativismo minero y otros sectores portadores de las prácticas más salvajes del capitalismo, ¿no será tiempo de plantear un plan progresivo de implantación y cumplimiento en estos sectores del régimen de derechos sociales y laborales en lugar de limitarnos a estrangular a los nichos exitosos y sobrevivientes de la economía formal?
La Bolivia de hoy no es la misma que aquella que, en medio de la crisis deficitaria que acompañó los primeros 25 años de democracia, soñó algún día exportar, los ahora superados 3.000 millones de dólares al año. El país es urbano, registra gran movilidad social y económica mientras decanta una realidad multicultural vigorosa. No podrán aflojarse, a título de PA, políticas de inclusión, de promoción de la interculturalidad y de erradicación de formas diversas de discriminación hoy exacerbadas y tan resistentes al cambio.
Existe un amplio campo de promesas incumplidas o mal concebidas por quienes abrazan visiones estalinistas de Estado. Será un desafío visibilizar el impacto sobre nuestras vidas de las zonas grises carentes de transparencia en cuanto a gastos y endeudamientos se refiere, de las injusticias y traspiés del poder judicial, de los alarmantes déficits de pluralismo democrático y de la falta de calidad de servicios básicos y fundamentales. Deberá demostrarse una clara voluntad de desconcentrar el poder e impulsar los mecanismos de coordinación para hacer realidad el Estado con Autonomías e institucionalizar meritocráticamente entidades que empeoraron su desempeño en medio de la búsqueda confusa y diletante de soluciones “descolonizadoras”. Implicará desmantelar mecanismos de acoso propagandístico, de vigilancia policiaca y cooptación prebendal en medio de una gran capacidad de inventarse enemigos. Implicará cambiar la noción de seguridad del Estado como invasiva de los derechos ciudadanos. En suma, corregir no sólo los desvaríos autoritarios, adictos al entusiasmo caprichoso de las multitudes eficaces, sino ante todo el mesianismo evolátrico que de progresista tiene poco. Bolivia agradecerá que algún día desterremos la desconfianza en la ley y la institucionalidad, y erradiquemos nuestra predisposición a endiosar caudillos. En suma, el PA será como un pastel en el cual reconciliación y algunos ingredientes del cambio habrán de ser imprescindibles.