LIBERTARIA

El nonato

El nonato

Luis Christian Rivas Salazar.- En la antigüedad, igual que muchos animales, los humanos evitaban la presión del aumento poblacional, induciendo a las mujeres al aborto. Las sociedades de cazadores-recolectores practicaban el infanticidio, especialmente el infanticidio femenino y restaban el número de embarazos manteniendo largos períodos de lactancia, lo que reducía la fertilidad femenina. De todas formas, la población seguía aumentando.
El médico Martín en la casi autobiográfica: “En las tierras del Potosí” de Mendoza, se horroriza cuando ve como las mujeres de Llallagua mataban a los niños de meses por culpa del alcohol y la suciedad. Infanticidio y aborto. ¿Si el infanticidio es un delito, el aborto también debe ser considerado de la misma forma? El fenómeno del aborto siempre ha existido, y siempre va a existir; asumiendo una posición pro-elección en esta nota optaré por un enfoque de la ética consecuencialista.
La ausencia de métodos anticonceptivos, y de un aborto legal y seguro, tiene como consecuencia la muerte de millones de mujeres en el mundo, (en Cochabamba, un promedio de 50 mujeres llegan al hospital mensualmente por problemas de abortos mal practicados y según la OMS, se estima que 200.000 mujeres mueren al año por esta causa). Forzadas a tener muchos hijos en poco tiempo, estas se debilitan y mueren jóvenes en la pobreza. Muchas mujeres no tienen acceso a anticonceptivos o a la píldora abortiva del día después, por lo que el acceso a un aborto legal y seguro es esencial para la salud y la supervivencia de millones de mujeres.
Las mujeres se ven obligadas a controlar la natalidad por motivos laborales, porque les resulta difícil compatibilizar la responsabilidad de la crianza con el trabajo remunerado. Fuera de esto, si la práctica del sexo voluntario es libre, entonces el control de la natalidad, por supuesto, también tendría que serlo.
Como permitimos que el aborto esté penalizado, otorgamos al Estado un escrutinio policial abusivo y constante. Según Tibor Machan: “La privacidad de la madre estaría sometida a una continua intromisión: para esclarecer si los abortos espontáneos han sido en realidad provocados o si ha habido negligencia…”
El aborto siempre será un recurso extremo, difícil, traumático e ingrato que debe tener como principal protagonista a la mujer, quien elige si tiene o no al hijo, y no así una autoridad política, la iglesia o el hombre. Muchos hombres con baja autoestima buscan deliberada y astutamente embarazar a la mujer para someterla (incluso pinchando preservativos) y los rechazados, utilizan la amenaza de la penalización para vengarse de la mujer que planea abortar.
La jovenzuela pudiente de moral relajada, como dice la Iglesia, puede acceder al aborto cuantas veces lo requiera en clínicas privadas con la debida discreción, mientras que otras mujeres recurren a curanderos y aborteros que las malogran e incluso las matan con sustancias y condiciones inseguras.
Por el contrario, en la China las madres son obligadas a abortar, y en la India existe el aborto selectivo, se obliga a las mujeres a abortar mujeres. Contra esta intromisión no estamos de acuerdo. Obligar a una mujer a engendrar o no engendrar por obligación no es moral.
Cualquier Estado que pretenda obligar abortar a una mujer o negar el aborto seguro, actúa en forma autoritaria frente al derecho de la mujer a que se respete su libertad, autodeterminación e integridad física.
La legalización del aborto por causas sociales, económicas y psicológicas beneficia principalmente a la mujer de escasos recursos económicos y libra al futuro ser de vivir indignamente como no deseado.