DESDE LA TIERRA

La hora de los cobardes

La hora de los cobardes

Lupe Cajías.- Los sabios griegos escribieron dramas sobre las emociones más oscuras de la humanidad, desde el incesto, el parricidio, la venganza. Sin embargo, aún para esos protagonistas había oportunidad de redención, sobre todo si sus reacciones habían sido provocadas por los excesos del amor.
En cambio, desde los tiempos más remotos, en todas las culturas y en todas las religiones, hay una tara humana que se repudia entre los contemporáneos, en las siguientes cuatro generaciones y en la memoria colectiva: la cobardía.
Los cobardes son la expresión opuesta a los esforzados de las epopeyas. A veces se disfrazan de prudentes, como escribía Luis Espinal en sus oraciones. Es posible detectar al miedoso: sus ojos inquietos, sus cejas pequeñas, su boca torcida, sus manos de mantequilla.
A veces una simple casualidad convierte a una persona en héroe, un azar vuelve una reacción espontánea en acto de heroísmo. Nadie nace o se educa para actos heroicos. En cambio, la cobardía suele ser un comportamiento permanente, reflejo –diagnosticarán los psicólogos– de la falta de cariño y de autoestima.
El terrorismo, por ejemplo, es cobarde pues se ampara en la oscuridad para poner bombas. No presenta combate en el campo de batalla con las mismas condiciones del adversario. Es peor cobardía el terrorismo de estado, amparado en el poder.
Es cobarde el que alienta la compra de aviones porque tiene miedo a volar como lo hacen otros ciudadanos de un país pobre, mientras se postergan las inversiones en áreas deprimidas, como los recintos penitenciarios o los hospitales para las madres, para los niños.
Es cobarde el que grita, amenaza y agrede a un grupo de indígenas o a una periodista, amparado en la turba apodada “movimientos sociales”. ¿Cuándo enfrentan esos cobardes –o “cobardas” como diría ese presidente que quiere imponer el lenguaje no sexista– al adversario sin piedras en la mano, cara a cara, con la voz y el pensamiento como únicas armas de lucha?
¡Qué cobarde es ese uniformado que no marchaba con los obreros y tampoco ayudaba a los cocaleros, convertido ahora en el converso más destacado! ¿Qué clase de valiente es aquel que necesita llegar a ser ministro para insultar a los “imperios mediáticos”? ¿Dónde estaba hace diez años?
Es cobarde el que dice defender un culto para usar una cadena de medios estatales contra un intelectual indefenso. ¿Habrá leído la Biblia? Hay un pasaje por demás ilustrativo para todos los cobardes, los conversos, los nuevos inquisidores. Mateo cita a Jesús: “Ay de ustedes, maestros de la ley, fariseos, hipócritas, ¡guías ciegos! Cuelan un mosquito pero dejan pasar un camello”.