Queremos los primeros puestos

Queremos los primeros puestos

Mons. Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- El gran Maestro es Cristo. Es más, el único Maestro al que los cristianos aceptamos desde la fe que hemos depositado en Él. El evangelio de este domingo nos propone una lección que va contracorriente, no es popular, no está de moda. Se invita a los cristianos, los discípulos de Jesús, a ser humildes y generosos. Esta exhortación la hace Jesús en medio de un banquete ofrecido por uno de los principales jefes fariseos (cfr. Lc 14,1).
En la vida, muchísima gente trata de ascender pasando por encima de los demás, aunque para ello haya de pisotear los derechos humanos. Se cuidan mucho las apariencias, proclamar los méritos propios, destacar la superioridad sobre los demás, aunque para todo eso haya que mentir. Se busca reafirmar la personalidad, ser alguien, figurar en la sociedad con personalidad.
Cristo, el Maestro, va en dirección contraria a todo lo que significa sobresalir, estar por encima de los demás. Para llevar a cabo esto se encarnó en María y su cuerpo fue la envoltura de su alma, de su divinidad. Este domingo hay una invitación a no buscar los primeros puestos. Nos enseña a ser humildes servidores de los demás. Alguien va contra ruta en la vida. O Jesús que lava los pies a sus discípulos o los que se han obsesionado por los primeros puestos como las mariposas que se acercan a las llamas. Cuando se van en direcciones tan opuestas, no se puede llegar a la misma meta. Sabemos por Cristo, tanto por su ejemplo como por su enseñanza, que es necesario hacernos de verdad humildes para poder ser servidores.
Estamos en Sucre y en muchos otros lugares en la novena de preparación a la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, cuya advocación es patrona de la ciudad de Sucre. Universalmente se celebra en la Iglesia, la fiesta del nacimiento de María. Ella supo reconocer los dones que el Señor le otorgó y, a la vez, proclamarse la esclava, la servidora del Señor. La humildad no está en ocultar los propios talentos. La humildad nos lleva siempre al reconocimiento de que Dios es el autor de cuanto tenemos: “proclama mi alma la grandeza del Señor… porque se ha fijado en la pequeñez de su esclava…” (cfr. Lc 1,47-48). Santa Teresa dice: “la humildad es la verdad”.
“No se sienten en los primeros puestos…” (cfr. Lc 14,8). Esta advertencia de Cristo es necesaria desde el punto de vista humano y desde la fe. Jesús hizo esta advertencia porque constaba como buscaban los primeros puestos; este defecto característico de los fariseos del tiempo de Jesús está presente en la sociedad del mundo entero. Esta enseñanza de Cristo es algo que Jesús ve como necesaria, como básica: ¡Qué lección tan maravillosa nos está dando Benedicto XVI, Papa Emérito! La lección de Benedicto es manifestación de un corazón humilde. El Papa valiente, sufriente, es también el Papa humilde. Se necesita mucho coraje y valentía para tanta humildad.
La humildad radica en el corazón y se manifiesta por nuestras obras. En el libro del Eclesiástico de donde está tomada la primera lectura de este domingo, hay un llamado a la humildad: “en tus asuntos procede con humildad” (Eclesiástico 3,17). La humildad nos hace simpáticos a los demás y por ella, “te querrán más que al hombre generoso”. Por otro lado, quedaremos bien ante Dios, “alcanzarás el favor de Dios… él revela sus secretos a los humildes” (cfr. Eclesiástico 3).
Hay otra lección que hay que tener muy en cuenta de manera especial en este Año de la Fe, en el cual se nos llama a “redescubrir la fe”, con estudio del Catecismo Universal y los textos conciliares. Es de sabios aprender de los demás: “aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará”. Este consejo del libro del Eclesiástico nos conduce, sin duda, si somos de verdad humildes, a aprender siempre de las enseñanzas de Cristo, Maestro y del Magisterio de la Iglesia.
Junto a la lección de humildad, Jesús en el evangelio nos invita a ser generosos, a dar sin esperar recompensas: “dichoso tú, porque no te pueden pagar” (Lc 14,14). La costumbre de placas en templos, escuelas… para reconocer a los bienhechores está de moda. A veces hay quien se queda satisfecho cuando a una acción de servicio a los demás, se dice: “que Dios te pague”. Jesús nos invita a ser generosos sin recompensa en este mundo: “dichoso tú, porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos” (cfr. Lc 14,14). Es una invitación a caminar con la fe y la esperanza, así miramos el futuro. Trabajamos por la vida que no acaba nunca.
En Cristo y en María se unieron en sus vidas la humildad y la generosidad. Dios para redimirnos al hombre tuvo que hacerse humilde. Al igual que María. Sólo el humilde es obediente al Plan de Dios. Jesús nace humilde en Belén y María con humildad le da su amor total. La redención se realiza a través de la muerte afrentosa de la cruz y María está junto a Jesús con entrega de su Hijo al Padre. Cristo se hace pan y ese pan es lo más grande que nadie haya podido imaginar. Su Cuerpo, Alma y Divinidad. Su humildad le llevó a darse en la humildad del pan.