EDITORIAL
Palmasola, del infierno a las cenizas
Palmasola, del infierno a las cenizas
Si en verdad se quiere tener un sistema carcelario moderno y eficiente, es imprescindible un real sinceramiento en todos los niveles del Estado
Avarios días de los luctuosos acontecimientos registrados en Palmasola, que han provocado la muerte de más de 30 personas y decenas de heridos, no se ha podido establecer responsabilidades materiales y políticas.
Más bien, lo que se observa es que en todos los niveles del Estado hay una vocación para eludir responsabilidades que genera temores. Además, aparecen, después de la tragedia, personajes que quieren pescar en río revuelto. Esto, sin mencionar la ignorancia prevaleciente en lo que se refiere al tema carcelario y al cada vez mayor predominio de propuestas autoritarias que consideran que todo se reduce a utilizar medidas de fuerza.
En un ambiente de esta naturaleza es difícil buscar soluciones. Lo que se constata es que el sistema carcelario debe ser transformado en un proceso que involucra a la Policía, el Ministerio Público, el ejercicio de la abogacía y al órgano judicial. Que más del 80 por ciento de los presos no tenga sentencia es una muestra palmaria de lo mal que funciona el sistema.
Asimismo, habrá que convencer de que endurecer las penas no es solución, pues, por un lado, no es ese el problema y, por el otro, no hay capacidad para hacerlas cumplir, y que una de las debilidades centrales es la peligrosa tendencia a seguir centralizando las decisiones, a la vez que se trata de descentralizar las responsabilidades.
A lo anterior hay que sumar la corrupción que no puede ser enfrentada con mínimas posibilidades de éxito por la forma sectaria en que es tratada. Es impensable, en el caso de Palmasola, que la Policía y los organismos de inteligencia del Ministerio de Gobierno no tuvieran informaciones precisas sobre los preparativos de la violenta acción; tampoco es creíble que no sepa de la conformación de clanes dentro de las cárceles y que no haya capacidad para desarmarlos.
Es decir, mientras la excepción sea la regla, tampoco habrá posibilidad de enfrentar una reforma carcelaria en el país.
También se debe agregar la falta de infraestructura adecuada que permite un hacinamiento intolerable, al mismo tiempo que dificulta mejores controles de los recintos así como la obligación de rehabilitar a los sentenciados.
En definitiva, lo que se requiere es pensar la cárcel no sólo como un instrumento de sanción a quien ha delinquido, sino como el espacio en el que el delincuente pueda ser rehabilitado, de manera que al cumplir su sanción, emitida luego de un debido y oportuno proceso, pueda integrarse a la vida social y productiva.
Son pues muchos los problemas que se debe enfrentar si se quiere tener un sistema carcelario moderno y eficiente. Pero, esto será posible sólo si hay un real sinceramiento en todos los niveles del Estado sobre la situación carcelaria del país y una voluntad compartida de asumir, en forma participativa, un programa integral de reforma del sistema penal, asumiendo responsabilidades políticas. Mientras no se cumplan estas condiciones no nos extrañemos que se reproduzcan actos de violencia como los registrados en Palmasola.
(Reimpresión)
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