El aborto: verdades para reflexionar
El aborto: verdades para reflexionar
Luis E. Zárate Pereira.- La discusión que actualmente se plantea a raíz del recurso abstracto de inconstitucionalidad sobre varios artículos del Código Penal relacionados con el aborto, nos parece absolutamente errónea y tendenciosa que, lejos de propiciar el debate sereno de la sociedad sobre un problema evidente de la salud pública de nuestro país, sólo busca confundir y distraer la atención con un sofisma que evita encarar el problema real y encontrar así el cauce jurídico que mitigue sus efectos.
Es que el verdadero dilema no es estar a favor o en contra del aborto, o a favor o no de la vida. Indudablemente que creyentes y no creyentes están naturalmente en contra del aborto y a favor de la vida, de eso, ni duda cabe; lo contrario sería una aberración social brutal e inadmisible. Por eso, la discusión debe centrarse en cómo resolver el problema social del aborto inducido (el que se provoca artificialmente por acción instrumental, medicamentosa, química, etc.), cuyo origen radica definitivamente en el embarazo no deseado, o sea aquel que ocurre sin ser planificado, por la falla de algún método anticonceptivo o por su no uso, por falta de información al respecto o por no estar éste disponible o, finalmente, porque la mujer fue impuesta a tener una relación sexual que no quería o no esperaba: por falta de empoderamiento de género, violencia sexual o accidentalmente. En concreto, toda vez que ocurre un embarazo no deseado, la probabilidad de que termine en aborto es muy alta, así lo demuestra la experiencia mundial y Bolivia no es la excepción. En nuestro país, se estimaba en 1995, que más de 40.000 mujeres recurrían anualmente al aborto ante un embarazo no deseado; los estudios actuales al respecto afirman que 185 abortos son practicados cada día y que por cada 1.000 partos y cesáreas que se atienden, existen 173 casos de hemorragias por aborto. Al finalizar 2011, se estima que se practicaron 67.000 abortos y que a consecuencia de los mismos 100 mujeres perdieron la vida.
Ante semejante panorama, verdaderamente resulta inútil dedicarse a priorizar lo punitivo sabiendo que no resolverá jamás el verdadero problema, o seguir pensando que condenando a la mujer que aborta de manera voluntaria o a quien se lo practica, revertirá esta dramática situación que confrontan varios miles de mujeres; porque sépase además, que si bien en todos los países del mundo se realizan abortos, el 95% de éstos en condiciones de riesgo (esto es en malas condiciones sanitarias y por manos inexpertas) ocurre en los países en desarrollo; asimismo, que no hay un perfil determinado de la mujer que aborta, son mujeres de todas las edades y de muy diversa condición social; en Bolivia, por ejemplo, el 84% de las que acuden por complicaciones de aborto son casadas o tienen pareja estable, sólo el 16% son solteras, viudas o separadas; el 71% ya estuvieron antes embarazadas con 2 y 3 hijos, y el 50% de las mujeres que murieron a causa del aborto, según la encuesta post censal de 2001, tenían sólo entre 20 y 24 años y otro 18% entre 40 y 44 años, es decir, mujeres jóvenes.
Es pues adolecer de sensibilidad social, continuar enfrascados en discusiones que no hacen al fondo de la cuestión, que sólo tienen la intención de confundir a la población para enredarla con falsos dilemas, en la suposición de generar así una corriente de opinión adversa a lo que ya tenemos avanzado en nuestro ordenamiento jurídico y hacernos retroceder 50 años en temas de derechos; de lo que se trata es de aportar para que los magistrados del Tribunal Constitucional, haciendo abstracción de consideraciones, políticas, culturales, confesionales y otras que no busquen mitigar el drama del aborto inducido, pronuncien un fallo acorde a la realidad. Nadie está a favor del aborto ni menos creemos que a ninguna mujer le guste abortar, “aún las que se hacen un aborto están en contra de él y habrían preferido jamás encontrarse en la situación que las llevó a ese callejón sin salida”. Pretender que sólo los valores morales; bajo la orientación que fuere y que, desde luego, hay que preservar y fomentar en la familia; sea la única salvaguarda para el embarazo no deseado, es otra ingenuidad que ha demostrado su fracaso en el orbe entero. Un dato más: Bolivia se ubica entre los 41 países que registran altas tasas de mortalidad materna (aquella que ocurre por causa del embarazo, parto y puerperio y hasta los 42 días del nacimiento) y el aborto, es la segunda causa de muerte materna en América Latina y el Caribe. Si estas consideraciones no ocupan un lugar preferente en la mente de quienes se permiten opinar y de quienes están llamados a resolver la situación, no pretendamos creer que bajo el argumento de defender la vida, vamos a borrar de un plumazo una realidad social que depende de múltiples factores que deben encararse con urgencia y simultáneamente, pero nunca con posturas fundamentalistas.
El autor es ex Presidente de la Sociedad Boliviana de Obstetricia y Ginecología y ex Presidente del Tribunal Nacional de Ética y Deontología del Colegio Médico de Bolivia.
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