DESDE EL FARO
Negación Plausible: ¿mentira piadosa o recurso táctico?
Negación Plausible: ¿mentira piadosa o recurso táctico?
Erika Brockmann Quiroga.- No era mi intención sumarme a la avalancha de opiniones suscitadas por la polémica salida del senador Roger Pinto; sin embargo, el caso ha sido propicio para desempolvar un concepto del argot diplomático por demás curioso, pocas veces utilizado pero sobreabundantemente practicado. Se trata de la Negación Plausible. ¿De qué se trata?
La definición más difundida señala que este término compuesto alude a una doctrina política desarrollada en la década del 50, en plena Guerra Fría, por la cual poderosas figuras políticas –presidentes o cancilleres– impartían órdenes para operaciones encubiertas, pero cuya existencia y fuente podían ser negadas si era necesaria. Implicaría la creación de estructuras de poder y cadenas de mando lo suficientemente informales como para, de ser necesario, negar su existencia. En otras palabras y en facilito, quien niega “plausiblemente” una verdad que conoce, se hace al “que yo no fui”, al del “otro viernes” o al “sueco”.
En el caso de la fuga –para unos– o, de la heroica liberación –para otros– del senador Pinto, las negaciones plausibles estuvieron a la orden del día de la diplomacia “políticamente correcta” boliviano-brasileña. Al expresar airadamente su molestia, por no haber sido informada del operativo “Pinto”, Dilma Rousseff generó la condiciones propicias para realizar un largamente y muchas veces frustrado encuentro presidencial de Rousseff con su par, Evo Morales.
En ese sentido, este recurso abrió puertas y puso paños fríos a una relación bilateral cada vez más caliente, que no convenía seguir lastimando. Sin embargo, si de paños fríos y de blindajes presidenciales se trata, en Bolivia, los mensajes son contradictorios y sucesivos. En esta línea, el presidente un día sentencia como delincuente a Pinto, otro da por cerrado el tema, para concluir con el envío de una poderosa comitiva ministerial para entregar información, por tercera vez, sobre la serie de juicios que incriminan a Senador, hecho que, presumo, lejos de disipar las dudas sobre la “judicialización de la política” habrá de reforzarlas.
Es curioso, que el tema Pinto, sistemáticamente minimizado en su importancia haya sido el disparador de un encuentro político del más alto nivel. Ello no hubiera sido posible de no mediar la negación plausible como recurso “piadoso” que está pensado para preservar espacios de encuentro y diálogo. Un asunto, alguna vez calificado por el vicepresidente García Linera, como pequeño lunar en la gigantesca y prioritaria agenda bilateral, hoy inaugura nuevos términos de relación con el país vecino. Ello parece saludable, mientras el controversial asilo al Senador pase gradualmente al olvido.
Es irónico. Este mecanismo excepcional de la diplomacia internacional, alude a la ruptura de la cadena de mando tan familiar en su aplicación a críticas y hasta “escandalosas” situaciones de política interna en el país. ¿Acaso no es ese el caso de operativos poco esclarecidos como los de Porvenir, terrorismo o de Chaparina, este último como cereza de la torta? El riesgo radica en que, bajo el argumento de defender los intereses de Estado, sea de conspiraciones o de traidores a la patria, lo plausible derive en la negación e invención sistemática y abusiva de la verdad histórica de los hechos.
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