BITÁCORA DEL BÚHO
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí
Ruddy Orellana V..-. Sí, el título de este artículo hace alusión al microrrelato más memorable del escritor guatemalteco Augusto Monterroso.
“El dinosaurio”, uno de los cuentos más cortos del mundo, encierra en su centro horrores y temores. Pavores fantasmagóricos que no fueron saldados jamás.
Hace más de dos semanas, al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se le presentó el dinosaurio. Pero éste no es de cuento ni mucho menos corto, es real y muy largo, tanto, que en términos político-electorales, le rendirá de sobra hasta las próximas elecciones, fecha en que la factura del paro agrario colombiano le cobrará su alma y su cómoda silla en la Casa de Nariño.
Tras los bloqueos y desmadres que paralizaron a Colombia, me atrevo a elaborar algunas causas y conjeturas sobre la incapacidad, del ahora solitario y preocupado presidente Santos, para crear estrategias gubernamentales que le ayuden a respirar con pausa o, cuando menos, plantear posibles soluciones, en este compás de espera aceptado por los campesinos.
Primero.- El Tratado de Libre Comercio con EEUU que, entre otras cosas, lleva la rúbrica de Uribe y Santos, está haciendo aguas por todas partes. Al margen de contener terribles asimetrías, era lógico que los más afectados serían los pequeños y medianos productores agrícolas. Puede que en términos macroeconómicos el TLC con Colombia dé algunos frutos, sin embargo, los subsidios otorgados a campesinos de EEUU y Europa están mermando la labor de muchos agricultores colombianos.
Segundo.- Los campesinos colombianos se oponen a la obligación de utilizar semillas certificadas. El UPOV 1991 es una norma que permite la privatización de las semillas, en un país caracterizado por su vasta y rica diversidad de productos. En cristiano, significa que los campesinos no pueden utilizar sus semillas de sus propias cosechas para siembras posteriores. Sumándose a esto, los altos costos de esas semillas ajenas a su contexto y su tradición.
Tercero.- El tema agrario, que por muchos Gobiernos fue postergado, le explotó en las manos al presidente Santos que atraviesa un menudo conflicto por varios frentes. Si hasta hace unos meses la agenda del acuerdo de paz con las FARC le cubría gran parte de su atención, ahora, tras el levantamiento de miles y miles de campesinos en distintas regiones, Santos tiene que clonar su esmero hacia los cultivadores de papas, café, mineros, centrales obreras, estudiantes y pueblo en general, que reclaman una justa atención a necesidades y sectores postergados.
Cuarto.- “El tal paro nacional agrario no existe”. Con esta frase temeraria, se estrellaba en el rostro de todo un país, la voz encabronada y desubicada de un Presidente que por momentos me daba (aún me da) la impresión de no contar con un buen equipo de asesores. Porque se tiene que estar ciego o querer minimizar un conflicto que ya antes de esa desafortunada expresión, había salido de control en la ciudad de Tunja, capital del departamento de Boyacá y epicentro del conflicto, para propagarse por otros como: Antioquia, Caquetá, Putumayo, Nariño, Tolima y otros.
Frase aciaga que por lo mismo se convirtió en zafarrancho y descontrol absolutos. Bogotá se sumó a las protestas y se desencadenó algo que se atisbaba en el frente tras dos semanas de conflictos y sin que Juan Manuel Santos cayera en la cuenta de que había que alistar media docena más de mesas de negociaciones y reconocer que la tristemente célebre frasecita, de seguro le propinará un duro revés a su ya debilitada popularidad.
Quinto.- La pregunta del millón, o mejor dicho, la del sillón presidencial es: ¿Qué pasará con Santos el 2014, año en que se realizarán las elecciones, ahora que la prueba mayor de todo su mandato salió trasquilada y manchada con sangre?
“Si estamos en paro somos delincuentes y en elecciones somos ciudadanos”, decía en una pancarta durante las revueltas, esa frase tiene sentido ahora que el Gobierno colombiano sudó frío al ver que el dinosaurio despertó en el peor momento.
El mismo dinosaurio que se paseó por las avenidas y ciudades de Brasil, ahora se pasea por las regiones rurales y urbanas de Colombia.
Santos ha propuesto un “gran pacto por el agro y el desarrollo social”. Acaso éste podría ser su último as bajo la manga para dar inicio de solución a uno de los temas mas preocupantes que aqueja a Colombia. Si ese gran pacto no prospera, el dinosaurio no se moverá ni un milímetro, continuará siendo una gran pesadilla.
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