RAÍCES Y ANTENAS
Jamás toque la cartera de una dama
Jamás toque la cartera de una dama
Gonzalo Chavez A..- ¿Hay algo más misterioso que el alma o la cartera de una mujer? No lo creo. No me atrevo a escribir sobre lo primero, pero sobre bolsas, chuspas, mochilas, monederos, billeteras, morrales o alforjas de las damas algo puedo decir. En primer lugar, me atrevo a decir que nacen con alguno de estos objetos y que existen sociedades secretas de pediatras y enfermeras organizados, que las ocultan hasta que las féminas llegan a la edad adulta y se las devuelven en rituales supranaturales en galerías comerciales.
En segundo lugar, existen pruebas contundentes que en la cartera o bolsa de una mujer se esconden los agujeros negros que tanto han intrigado a los estudiosos del cosmos. Los astrónomos han preferido mirar a las estrellas antes que atreverse a indagar sobre lo que hay dentro de las carteras, verdaderos microcosmos que encierran sabrosas historias y un sinfín de cachivaches de diverso índole, la mayoría de una inutilidad comprobada pero que nunca nadie se atrevió a denunciar.
En una operación comando encubierta, un grupo de intrépidos realizó varios safaris a algunas carteras. A continuación el relato de los que sobrevivieron a esta tremenda faena. No se pudo precisar la cantidad de objetos que se descubrieron porque la operación tuvo que ser muy rápida, pero eran más de 100. Se encontró una billetera repleta de tarjetas de crédito vencidas, marañas de llaves que ya no abren ninguna puerta, lápices de cejas de varios tañamos, muchos de ellos sin punta, una cucharilla Tramontina para revolver pestañas al estilo chaskañawi, dos ruleros de tamaño mediano, lápices labiales de diversos colores, una lija para uñas del pie, una piedra pómez con rastros de uso en el talón, lentes oscuros y su estuche para ocultar el chaki, vaselina para múltiples usos, klinex a medio uso de sabor limón, sobrecitos de Ketchup extraídos de Pollos Copacabana, un rosario bendecido pero incompleto, un mentol para mejorar el aliento de vaca, ligas de pelo de varios tamaños, listas de compras de varias semanas en calidad de cuño, facturas inservibles, carnet de identidad con una foto con ojos desorbitados, remedios para los males del alma y el cuero, pinzas motas, espejitos chillones, maquillaje para camuflar las primeras arrugas, protector solar para no kisurarse las caukas, hilos dentales nuevos y usados, peinetas, las más liberales preservativos Kamasutra o medias Textilón que son mejor que condón, perfumes en miniatura, fotos de la familia menos del marido o novio, post its viejos, una agenda a medio llenar, una calculadora sin pilas, una libretita con anotaciones incomprensibles, cepillo de pelo con muchos mechones y otros objetos innombrables en esta casta columna. Por supuesto, en tiempos de proceso de cambio, pueden existir carteras neoliberales y neorrevolucionarias, en las primeras no puede faltar un iphone, un pendrive, body lotion, el último número de Vanidades y un Redbull. En las segundas, una bolsita de hojas de coca con su lejía incluida, una nueva Constitución en tamaño miniatura, fotos del líder espiritual, crema lechuga, un libro incomprensible de epistemología, editorial Muela del Diablo, y fichas para librarse de las concentraciones del partido.
Una de las experiencias más fascinantes es ver cómo una mujer busca su llave en la cartera o cuanto tiempo atiende su celular. Para el caso de la llave, primero introducen la mano en la bolsa con soberbia de funcionario publico, que parece decir: “Por supuesto que yo sé dónde están las llaves.” Pasados unos minutos y ante el fracaso de la búsqueda, entran en un trance de macumba pandina y sacuden nerviosamente la bendita bolsa esperando ser guiadas por el tintineo metálico de las malditas llaves. A estas alturas, las circunstancias le bajaron el copete a la susodicha, y la cartera se transformó en una maraca gigante a la cual se le increpa su desorden como si tuviera vida propia. “Me ocultas todo, eres una malagradecida, y yo que te llevo a todas partes”. Para el caso del celular, es común que éste chille unas cinco veces antes que la dueña se percate de la llamada, siempre suponen que es la cartera ajena en la que suena el celular; posteriormente, comienza la búsqueda no por el origen del sonido, sino siguiendo la secuencia de los cierres de la bolsa. Jamás atienden a la primera por lo que se recomienda llamar por lo menos 10 veces.
Bueno, si alguien quiere seguir el debate con los funcionarios del gobierno sobre la emisión de bonos en Bolivia, los invito a visitar mi blog Villazón Business School.
G. Chavez es economista y jamás toca una cartera.
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