EDITORIAL

Litio, muchas ilusiones y pocos resultados

Litio, muchas ilusiones y pocos resultados

Es de esperar que no estemos sólo ante un motivo más para dudar de la idoneidad con que se planifica la industrialización del litio de Uyuni

Una muy buena noticia, de esas que en circunstancias normales tendría que causar mucha satisfacción entre quienes desde hace ya muchos años esperan vanamente que el proyecto de explotación del litio del salar de Uyuni comience a dar verdaderas señales de vida, ha sido dada por el gerente nacional de Recursos Evaporíticos.
Se trata, según declaraciones de la autoridad que tiene en sus manos la conducción del proyecto, de la instalación de la primera planta en Sudamérica de baterías primarias de litio que no sólo servirán como acumulador de energía para automóviles, sino para el funcionamiento del motor, además de baterías para computadoras portátiles, relojes y cámaras.
Según la versión oficial, que la anunciada planta entre en funcionamiento sería sólo cuestión de unos cuantos meses –la fecha prevista está entre abril y mayo del 2014– pues “los laboratorios están listos” y sólo se espera la llegada de técnicos de la empresa china Linyi Gelón Materials Co. Ltda. a la que se habría adjudicado bajo la modalidad “llave en mano” la construcción de la planta.
Lamentablemente, tal como ya ocurriera otras veces ante anuncios similares, la noticia no ha despertado gran entusiasmo entre quienes más saben del tema. Y ha sido así porque ya son tantas las ocasiones en las que los más espectaculares anuncios resultaron no ser más que declaraciones de buenos deseos carentes de todo fundamento práctico, que las palabras de las autoridades del rubro han perdido credibilidad. Baste recordar al respecto que hace apenas algo más de dos meses, el 3 de julio recién pasado, el mismo funcionario que ahora exhibe tanto optimismo exponía las razones por las que se había descartado que la producción de litio metálico y baterías de litio se realice antes de 2016 y 2020 respectivamente, por las muchas dificultades que se presentaron en la construcción de la planta.
Llama también la atención el hecho de que hace sólo dos semanas se haya informado con similar entusiasmo la suscripción de un convenio entre los gobiernos de Bolivia y Holanda para poner en marcha un proyecto conjunto para la instalación de una fábrica de baterías de litio y la transferencia de tecnología y conocimientos en esta industria. Ese acuerdo fue firmado en representación de Bolivia por el canciller boliviano, David Choquehuanca, y de Holanda, por el príncipe Jaime De Borbón Parma, quien es funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores holandés.
Dados los abundantes antecedentes del tema, hay suficientes motivos para temer que entre las tres noticias –la inminente postergación hasta 2020 del proyecto de baterías, la puesta en marcha de una fábrica de baterías dentro de sólo ocho meses, y la suscripción de un convenio con Holanda para iniciar las investigaciones— hay algo que no resulta del todo convincente. Más aún si se recuerda los muchos convenios suscritos con el mismo fin durante los últimos años, con Irán, Brasil, Corea del Sur, Japón, Venezuela y Japón, sin que alguno de ellos se haya plasmado en algo digno de ser tomado en cuenta.
Es de esperar, por supuesto, que ahora sí el desenlace sea diferente y que no estemos sólo ante un motivo más para poner en duda la idoneidad con que se llevan a cabo los proyectos encaminados a la industrialización del litio del salar de Uyuni.