ESCENARIO GLOBAL

El G20 en San Petersburgo

El G20 en San Petersburgo

Alberto Zelada Castedo.- Los países que integran el G20 concentran un poco más del 80 por ciento de la producción mundial de bienes y servicios. Por esta circunstancia, sus reuniones periódicas, desde mediados del decenio de los 90, despiertan la curiosidad y el interés de los restantes países de la comunidad internacional.
Sin embargo, la última reunión del grupo, celebrada en San Petersburgo, fue opacada por la crisis en Siria a pesar de tener en su agenda importantes cuestiones sobre la economía global y las políticas económicas de los miembros. Al inicio de la reunión, a mediados de la semana pasada, estaba aún presente la posibilidad de una “intervención” armada de Estados Unidos y Francia como sanción o represalia por la presunta utilización de armas químicas por las fuerzas del presidente Bachar al Asad.
Ni el presidente Barack Obama ni el presidente François Hollande consiguieron, a pesar de sus denodados esfuerzos diplomáticos, persuadir a todos los integrantes del grupo a respaldar con claridad la posible acción militar. Con la firma de sólo 10 de ellos, se consiguió una declaración de rechazo al empleo de armas químicas y de tibio respaldo a la solución armada.
Es posible conjeturar que de los dos días de reunión en la antigua capital imperial rusa, por lo menos uno estuvo dedicado, casi íntegramente, al debate sobre posibles respuestas frente a la crisis siria. Por las dificultades para sustentar y llevar adelante en solitario su política de fuerza, los mandatarios estadounidense y francés no podían dejar pasar la oportunidad para buscar el apoyo que tanto necesitan.
A pesar de todo, las cuestiones económicas no fueron dejadas de lado. El resultado de las deliberaciones no puede ser calificado como un éxito en cuanto a la mayor coordinación de las políticas económicas e, inclusive, a la aproximación de las legislaciones nacionales a fin de hacer frente a problemas de difícil salida. Entre éstos figura la evasión fiscal que practican las grandes corporaciones transnacionales y que preocupa a los países desarrollados. De igual manera, la cuestión de los paraísos fiscales.
Como una posible respuesta, en la declaración final aprobada al término de la reunión, los jefes de Estado dieron su respaldo a un programa, preparado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), orientado al "intercambio automático" de información entre autoridades fiscales y bancos. Con todo, para que esta acción rinda frutos es necesario que los países implicados desarrollen legislaciones apropiadas.
En cuanto a las secuelas de la crisis económico-financiera que estalló el 2008, el plan de acción de San Petersburgo fija “objetivos de déficit y reformas estructurales adaptados a la realidad de cada uno de los países”. A diferencia de lo ocurrido en reuniones anteriores, el acento en el exclusivo control fiscal fue menos fuerte. Según un autorizado comentarista, ya no se quiere “medir a todos por el mismo rasero”, pues la “rigidez presupuestaria y las reformas draconianas exigidas a algunos países” han agudizado el sufrimiento de sus poblaciones.
Por otro lado, en la declaración final se destacan el “crecimiento económico y la creación de empleo” como prioridades en este momento. “Se ha puesto el acento en el incentivo de la ocupación”, resaltó Vladimir Putin, en su calidad de anfitrión de la reunión.
No estuvo fuera de las discusiones la preocupación de los gobiernos de las economías emergentes, en especial China, Brasil e India, por el anunciado retiro de los “incentivos monetarios” aplicados por la Reserva Federal de los Estados Unidos con objeto de reactivar la economía. El solo anuncio de la medida ha provocado salidas de capitales de aquellas economías y, de igual manera, está presionando la subida de las tasas de interés y la depreciación de las monedas nacionales. Ambos fenómenos provocan una “ralentización” del crecimiento económico que tiene, entre otros, el efecto de provocar la baja de los precios de algunas materias primas. Esto último amenaza con disminuir los ingresos externos de otras economías en desarrollo.
Sobre esto último no se anuncian medidas o compromisos muy concretos. A lo sumo, los países del grupo expresan su intención de evitar el proteccionismo comercial y las depreciaciones monetarias competitivas.