DES-TACADA

Doña Loyola y los matices

Doña Loyola y los matices

Mónica Oblitas.- Loyola Guzmán, ex guerrillera, militante contra las dictaduras, viuda por ellas, y representante durante años de Asofamd, después de haber vivido una amarga experiencia en filas del Movimiento al Socialismo, tal cual le ha sucedido a Filemón Escóbar y otros ideólogos de este partido que han visto cómo se rompieron sus ideales, ha decidido apostar por otra opción política. Loyola Guzmán ha resuelto unirse al frente que agrupa a varios líderes de oposición, y este acto ha sido visto por algunos que se definen como puristas de izquierda como una traición de las peores. He leído incluso una opinión que dice que Loyola no podrá mirar nuevamente a los ojos de quienes en algún momento la consideraron compañera. Como si fuera una paria.
En algún momento, en este tira y afloje en el que ha convertido en estos años la política del país, se han perdido las opciones: o eres de la “izquierda” que dice ejercer el MAS o eres un derechista neoliberal, amante del imperio y sus placeres. No hay más. No hay centros, no hay medios, no hay otras opciones, no existen los matices. O eres o no eres masista. Y después de años de conocer a Loyola Guzmán y admirarla puedo afirmar que es años luz más consecuente de lo que son muchos que en este momento le tiran piedras, la desprecian o tildan de traidora, elevados en cargos de poder que detentan gracias a luchadores como Loyola y no a sus desconocidos méritos y militancia.
Es fácil ser “socialista” de cafetín. Al MAS en su conjunto cada vez le cuesta más demostrar ese socialismo en sus políticas de estado y sobre todo en su aspecto ético. Es fácil aprovechar la frágil memoria que tenemos los bolivianos que vivimos de pasiones momentáneas como un partido de fútbol, una entrada folklórica, o la entrega de tal o cual obra para olvidar lo realmente importante.
Se juzga duramente la decisión personal de Loyola Guzmán llegando a satanizarla, pero se obvia el regreso a la palestra periodística (y por sus relaciones ya conocidas también a la política) de personajes que tienen largas cuentas por saldar. Los casos de corrupción no resueltos o ignorados abundan y se multiplican, y crecen potentados que difícilmente podrán pregonar “socialismo”, ni entre comillas. Peor aún, en otros casos deberán explicar extremos como la fuga de Justino Leaño, un diputado oficialista violador de su propia hija que ha escapado con la complicidad de la Policía, el extraño caso del cadáver del policía asesino Jorge Clavijo, que al final no es Clavijo, el también policía extorsionador Fabricio Ormachea que empieza a revelar una nueva y extensa red de extorsión, etcétera y etcétera. No me alcanza el espacio y tampoco la memoria para enumerar todos los casos que están en el limbo.
No pretendo convertirme en defensora de doña Loyola Guzmán porque no lo merezco y ella no lo necesita, además esta columna no se trata de ello, pero la uso como ejemplo para entender si existe la posibilidad de reencontrar los matices que tanto necesitamos, de permitir que la democracia fluya y que los que piensan diferente no tengan que ser considerados insurgentes al servicio de alguna potencia extranjera que quiere derrocar de facto al Gobierno, ni sean condenados a sufrir un ostracismo obligado que limita la libertad de opinión en un país donde se dice vivimos en democracia.
Escuché al presidente Evo Morales decir con mucha satisfacción que en Bolivia se habían eliminado a los partidos de oposición, y me pregunto, ¿entonces qué tipo de democracia tenemos? Si no hay partidos que hagan frente al oficialismo, si no hay opciones que permitan ejercer la libertad de expresión y de elección, siendo la democracia una forma de organización social que incluye a todos sin excepción me pregunto ¿realmente estamos en democracia? Si ahora hasta hay carta libre para denostar a una luchadora histórica como Loyola Guzmán yo lo dudo cada vez más.