EDITORIAL
Bolivia y la seguridad alimentaria
Bolivia y la seguridad alimentaria
Es de esperar que pronto Bolivia sea parte de la solución, y no del problema, cuando de seguridad alimentaria se trate en escenarios internacionales
Durante el último tiempo, se ha vuelto a poner en el centro de la agenda pública latinoamericana uno de los asuntos más importantes del presente y, sobre todo, del futuro de nuestra región y sus habitantes.
En efecto, quienes dedican su atención a identificar y analizar los problemas más álgidos del mundo actual, y de nuestro continente en particular, coinciden en señalar que la falta de alimentos que sufre una gran parte de la población planetaria es un problema que requiere más atención que la que se suele dar. Y no sólo por lo grave que ya es, sino porque sus proyecciones hacia el futuro, si no se adoptan medidas mucho más efectivas que las aplicadas hasta ahora, puede alcanzar dimensiones inaceptables.
Según los estudios de organizaciones especializadas en el tema, en América Latina son más de 150 millones las personas que padecen hambre, y en el mundo esta cifra ya ha rebasado los 1.000 millones. Cifras que después de haber disminuido ligeramente durante las últimas décadas, han vuelto a crecer durante los últimos años en gran medida debido al alza de los precios de los alimentos en los mercados internacionales.
En lo que a nuestro país corresponde, según datos oficiales, los expuestos durante el foro por el Vicepresidente del Estado, todavía hay dos millones, es decir aproximadamente el 20 por ciento de la población boliviana, que se acuesta sin haber satisfecho sus necesidades alimenticias. Y si bien es cierto que esa cantidad ha disminuido a ritmo sostenido durante las últimas décadas –y no sólo desde hace seis años– es todavía demasiado alta.
Es por eso muy alentador saber que el tema ha sido incorporado entre las máximas prioridades del gobierno nacional. Y más aún, que tras unos primeros ensayos con fórmulas que aquí como en otras latitudes han demostrado ser totalmente inadecuadas para lograr la seguridad alimentaria, haya dado importantes giros de modo que, durante los últimos tiempos, sus esfuerzos se dirigen, como corresponde, a apoyar y no entorpecer los esfuerzos de los sectores productivos.
Una muestra de lo dicho es la serie de acuerdos suscritos durante los últimos meses entre autoridades gubernamentales y representantes de las organizaciones empresariales y sociales vinculadas a la actividad agrícola. Así, desde la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), máxima expresión gremial de los grandes empresarios agroindustriales, hasta decenas de organizaciones que aglutinan a pequeños productores agropecuarios, han entablado con las diferentes instancias del Estado convenios que harán posible la complementación de esfuerzos.
Esa línea de acción abre la posibilidad de que los dos pilares sobre los que se sostiene la actividad productiva, el sector público y el sector privado –grande, mediano, chico y comunal–, armonicen sus actos y unan sus esfuerzos alrededor del objetivo común de aumentar sustancialmente la producción de alimentos en las tierras de nuestro país.
En la medida en que se continúe avanzando en esa dirección, Bolivia podrá ser durante los próximos años uno de los países que forme parte de la solución, y no del problema, cuando de seguridad alimentaria se trate.
(Reedición)
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