Los futuros retos de la administración pública en Bolivia

Los futuros retos de la administración pública en Bolivia

Eliana Lucy Gómez Llano.- Este artículo está basado en una mirada al futuro de la administración pública en Bolivia y está motivado en la idea de que no solamente las empresas sino también el actual gobierno y los que vengan, deben recordar que no es suficiente ejecutar su estrategia; hay que considerar más a profundidad las oportunidades y riesgos que presentan las tendencias en evolución.
Actualmente, en el mundo existen varias tendencias, que obviamente afectarán a todos los sectores de la sociedad, pero hay algunas que tienen especial importancia y que pueden afectar el ámbito de la administración pública en Bolivia en los próximos 20 años, es decir, a la administración interna de las entidades públicas y a la relación entre los funcionarios públicos y los ciudadanos. Por esta razón, se hace evidente que los servidores públicos bolivianos en el futuro requerirán de nuevas destrezas y habilidades.
Entre una de esas tendencias está la extraordinaria explosión de nuevos conocimientos e innovaciones tecnológicas, especialmente en las áreas de las ciencias de la información, la genética, los materiales, los instrumentos, la automatización y el espacio. Este punto es obvio pero es importante mencionar dos aspectos de este problema o de esta oportunidad que hacen que sea importante para los gestores públicos en Bolivia.
Se puede afirmar que no hay duda de que vivimos en una época de extraordinario cambio tecnológico. Sesenta años atrás, la computadora con la potencia de cálculo que ahora se tiene en el escritorio o incluso en el regazo, requería de varias habitaciones con aire acondicionado. Si nos limitamos a extrapolar ese mismo progreso en términos de tamaño y capacidad de cálculo, en sesenta años, a partir de ahora, es de esperar ordenadores del tamaño de un reloj de pulsera, o del tamaño de una pequeña moneda que se pueda llevar en el bolsillo, o una del tamaño de un chip microscópico que podría ser implantado en nuestras cabezas.
Esto nos hace pensar en que las capacidades y los recursos para la información crecerán, y si a su vez consideramos que mejorará la vinculación del Internet a la computadora, no solamente tendremos que acomodarnos y nuestras instituciones públicas tendrán que hacer frente y utilizar el conocimiento ampliado y la capacidad tecnológica, sino que se tendrá que aprender a usar este conocimiento y la capacidad tecnológica para el beneficio en lugar de la destrucción de nuestra sociedad. Los servidores públicos tendrán que emplear las tecnologías avanzadas con el fin de mejorar y no de restringir la capacidad de liderazgo, la creatividad y la responsabilidad social.
Una otra tendencia es la modificación de las modalidades institucionales y las estructuras de gobernanza basadas en la información, que nos hace observar que en el futuro, aún más que en la actualidad, el conocimiento y la información prevalecerán. Y si el conocimiento es poder, entonces los que tengan conocimientos de hecho tendrán el poder. Y ¿quién tendrá el conocimiento? Se puede imaginar dos escenarios posibles.
El primero es que el conocimiento será cada vez más centralizado, controlado y comercializado a través de los tradicionales procesos económicos y políticos. Una segunda y más esperanzadora posibilidad es que el conocimiento se distribuya ampliamente por toda la sociedad, de manera que aumente en lugar de disminuir el número de personas que tengan acceso al conocimiento y a su vez tengan el poder. Si ocurriese esto último habría la posibilidad de un crepúsculo de la jerarquía, algo que al parecer es inevitable.
De cualquier manera, se puede predecir que el conocimiento o la información a la que vamos a acceder será enorme, hasta el punto de que la cantidad de información ya no será el tema más importante. Más bien, la pregunta clave será cómo organizar la información para los propósitos de la humanidad. En el caso de la administración pública, esto significa que se tendrá que aprender a organizar la información de manera que en el futuro, se facilite el logro de los fines del Estado. El mayor desafío será organizar la información para mejorar el proceso de la toma de decisiones en forma democrática, de crear consenso, diálogo y deliberación. No cabe duda de que vamos a tener la capacidad de organizar la información y también la habilidad para reestructurar las actuales estructuras de la gobernabilidad, pero estos cambios serán dramáticos. Si pensamos en cómo se realizarán las elecciones de presidente, vicepresidente, etc. de nuestro Estado, o como cambiará en general la democracia, tendremos como respuesta que la misma será directa y ya no representativa. Es decir, cuando todos los bolivianos tengan acceso a un computador y se cuente con un sistema para que en cualquier ocasión en que el Gobierno requiera tomar una decisión, el ciudadano pueda responder y que su opinión sirva de guía para la formulación e implementación de políticas públicas, ya no necesitaremos de representantes que ahora dicen ser voceros e interlocutores de nosotros ante los estamentos administrativos gubernamentales. Esto es lo que se podría llamar un proceso de aproximación a una democracia pura.
Pero, ¿esta forma de participación total de los ciudadanos realmente ayudará a tener más democracia en la sociedad boliviana? Y si esto sucede, ¿Cómo asegurar que un nivel adecuado de experiencia se incorpore en el proceso de decisión? ¿Cómo se puede asegurar que el conocimiento más pleno y completo esté siendo aplicado sobre los problemas del Estado? ¿Cómo puede asegurarse que los expertos en computación, que son la minoría, no pisoteen a la mayoría que no tiene conocimientos en esta área? Y, quizá lo más importante ¿Cómo se puede incorporar la exigencia del diálogo y deliberación que siempre se ha considerado un elemento esencial de la democracia? Estas son preguntas que los gestores públicos bolivianos tendrán que resolver a medida que evolucionemos en las nuevas estructuras del Estado Boliviano.