DÁRSENA DE PAPEL

En campaña por ser lo que no fui

En campaña por ser lo que no fui

Oscar Díaz Arnau.- En política, eres lo que los demás ven de ti, no lo que tú crees que eres. Así nomás es, aunque duela. Y a los políticos les duele doble por su esencia vanidosa, porque les cuesta reconocerse como lo que no son. Pero, qué pena, el político tendrá que entender que a veces no es lo que piensa sino lo que dicen de él o vivirá engañado toda su política vida.
Los políticos, especialmente los que han probado qué es ser gobierno, tienen un reto: ser o convencer que son o pueden ser lo que no han sido hasta ahora. Como ya están en campaña deben saber, de inicio, que la decepción marcará la pauta de las elecciones de 2014 y tendrán que lidiar con un electorado poco crédulo, desconfiado.
Este es el panorama que yo veo, a un año de las elecciones. Si bien es cierto que el liderazgo de Evo Morales le permite conservar cierto nicho electoral, el “cambio”, a más del maquillaje, se ha quedado en promesa.
La inercia de una economía basada en el desempeño de las materias primas (commodities) dentro de los mercados internacionales —entre otros factores como la circulación de remesas y de dinero del narcotráfico—, aun engordando el colchón financiero exigía políticas dinamizadoras del aparato productivo para sacar al país de la pobreza. Como estas nunca llegaron, los índices de crecimiento fueron insuficientes en los últimos años y, después de tanta espera que desespera, a los bolivianos sin empleo no se les puede pedir que sigan creyendo en el denominado proceso de cambio.
Da la sensación de que el oficialismo se halla estancado en una lógica de “ya gané, mi victoria está asegurada”. Pero se equivoca. Semana tras semana los mismos funcionarios del Gobierno conspiran contra el objetivo de la re-reelección de Evo, que no encuentra todavía una figura de contrapeso y las encuestas lo favorecen pero los yerros son tantos y tan gruesos que muchos de los que votaron por el MAS, en el pasado, no quieren saber más nada de tanta palabra incumplida.
En el otro lado de la balanza, la diversificada y aparentemente desorientada oposición de estos años ha experimentado un leve repunte; es todavía pronto para saber si el ascenso será todo lo espectacular que se requiere para disputarle la presidencia a Morales. Los primeros conatos de articulación —su tabla de salvación— son un paso hacia adelante pensando en hacer frente a un aparato estatal que, como de costumbre, será utilizado incluso afectando la legalidad con tal de ganar a como dé lugar.
Con el cambio estamos todos; no necesariamente con el “proceso de cambio” ni con este gobierno, sino con la idea de que al país le urge un cambio real. Uno que rompa la idea extrema de que los bolivianos no podemos ser de un centro inteligente. Un cambio que haga magia y cambie el chip de los políticos y permita que confiemos en ellos como servidores de la patria y no como necios dispuestos a morir con las botas puestas.
El político tiene un reto existencial, shakesperiano: ser o no ser lo que no ha sido hasta ahora; lo que la gente demanda de él o lo que él cree que debe ser (bajo esta última lógica, al menos los que pasaron por el Gobierno —de ahora y de antes— se aplazaron). Su cuestión es superarse a sí mismo o seguir siendo vanidosamente él.