Huáscar

Huáscar

Ever Romero Ibáñez.- "Nadie es una isla completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”. Con este poema del inglés John Donne, Ernest Hemingway inicia su obra Por quién doblan las campanas (1940) referida a la Guerra Civil española en la que participó.
El poema es una preciosa pieza sociológica que enfatiza el profundo sentido social y colectivo que le es inherente al hombre; más aún, a aquel que habita y convive en las sociedades modernas caracterizadas por la densa interdependencia humana destinada al logro de las metas socialmente valoradas. En ese contexto, las personas organizamos nuestras vidas en relación con los demás y esperamos de ellos un comportamiento determinado colectivamente exigible. Cuando alguien no cumple su obligación o deja de hacer lo que esperamos de él, se genera incertidumbre y la mecánica normal de las relaciones se ve amenazada; lo mismo acontece cuando una persona está ausente o no estará más ahí, físicamente, para dar certeza y normalidad a la acción humana; y éste es el estado que nos generó la muerte de Huáscar: un vacío difícil de llenar, la sensación de que siempre nos faltará algo, ese punto de apoyo creativo en el que nos sosteníamos.
Pero ¿por qué afectó tanto la muerte de Huáscar? No creo que sea porque Sucre dejó de tener a alguien que enriquecía la música o porqué haya asumido una posición favorable a las demandas cívicas: No. El mérito de Huáscar fue tener esa extraordinaria lucidez y sensibilidad para recrear la identidad sucrense y chuquisaqueña dormida o ignorada. Esa identidad que empezó a construirse un 25 de mayo de 1809, que prosiguió un 6 de agosto de 1825, que se simboliza en la Casa y Campana de la Libertad, en las luchas de la Calancha, en una palabra en la libertad. Su arte expresado en su música (cueca: Grito de Libertad, Marcha por la Capitalidad y el vals: Mi Sucre) constituyen una brisa fresca que sacudió el sentimiento individual y colectivo de todos, y nos recordó la pertenencia a la tierra, a Sucre, a Chuquisaca y nos dijo que hay una memoria histórica que no se debe olvidar, que existen objetivos que perseguir y finos valores por los que hombres y mujeres debemos luchar. La herencia o el legado de Huáscar lo debemos entender en esa dimensión, como alguien que abrió la compuerta que permitió la recirculación vital de nuestra identidad, y esto es algo que sólo los creadores natos nos pueden ofrecer. La contribución de Huáscar constituye un enriquecimiento político, personal y colectivo: a partir de su aporte ideológico deberíamos enderezar el camino para situar las metas a alcanzar como ciudad y departamento más allá de la miseria política que hoy empaña nuestro horizonte y posicionarnos en la construcción de un imaginario común; a partir de su música y de su arte podemos ver la vida desde otra perspectiva, menos prosaica, más rica, más llena de contenido.
Y qué es al fin y al cabo la identidad, sino una percepción colectiva de un nosotros (ser sucrense, ser chuquisaqueño), reconocer nuestros lazos de sangre, antepasados comunes; nuestras gestas libertarias, nuestro suelo natal, nuestro pasado común, nuestro lenguaje, nuestro modo de vida, nuestra música, nuestras comidas, nuestras creencias y costumbres, nuestras luchas y reivindicaciones, nuestros anhelos. Todo ello forma parte de nuestra memoria colectiva reavivada a través de la poesía hecha canto por Huáscar. Por eso nos afectó su muerte, porque es un pedazo de tierra que dejaremos de verlo, pero que revivirá cada vez que suene su violín; por eso no morirá, porque encontramos en sus creaciones una parte inexpresada por cada uno de nosotros, algo que sabíamos que estaba ahí y que no podíamos visibilizar: el reconocer que tenemos una identidad adscrita a la que hay que darle vida todos los días. Huáscar contribuyó a fusionar la memoria individual en memoria colectiva. La memoria como ideación del pasado, presente y futuro. Nos permitió reconstruir el pasado libertario, revalorizarlo en el presente, pergeñar el futuro y el porvenir bajo la premisa de la libertad. Por todo ello, las campanas que doblaron por la muerte de Huáscar doblaban también por todos nosotros.