EDITORIAL

Tercer Censo Agropecuario

Tercer Censo Agropecuario

Es de esperar que el INE logre, bajo su nueva dirección, revertir la desconfianza acumulada por su mal desempeño anterior

59 años después del primer Censo Agropecuario que se realizó antes de la Revolución de 1952 y la Reforma Agraria de 1953 y 29 años después del segundo, el que se hizo en 1984, está en pleno desarrollo el tercer Censo Agrario Nacional, todo un proceso que empezando en Chuquisaca y Oruro terminará en Tarija en noviembre próximo.
La enorme importancia de este operativo es por demás evidente. De él se espera obtener información actualizada y fidedigna sobre la producción agropecuaria en Bolivia a fin de que tanto desde el Gobierno nacional, como de los departamentales y municipales, se adopten las medidas más adecuadas para que los productores agrícolas pequeños, medianos y grandes puedan dirigir sus esfuerzos con la mayor precisión y eficacia posible hacia el máximo aprovechamiento del potencial productivo de nuestro país.
De la calidad de los resultados obtenidos depende pues en gran medida que Bolivia logre en un futuro próximo la plena seguridad alimentaria y, una vez alcanzado ese objetivo, exportar los alimentos excedentes a los mercados del exterior, cada vez más exigentes en términos de cantidad y calidad.
Conocer con el mayor detalle posible cuánto, cómo y dónde se producen los alimentos que consumimos, tanto los de origen animal como vegetal y qué habría que hacer para multiplicar la cantidad y mejorar la calidad de los mismos es algo que a todos interesa y conviene y mucho más a quienes tienen en las faenas agrícolas su principal fuente de ingresos.
Para contribuir a que esos objetivos sean alcanzados, todas las organizaciones que aglutinan a los productores agrícolas de todo el país, de todos los rubros y categorías, han demostrado su mejor predisposición y han contribuido en todo lo que estaba a su alcance para facilitar las tareas precensales.
Lamentablemente, la penosa experiencia del Censo Nacional realizado el año pasado, la pésima manera como fue ejecutado y lo inverosímiles que son los resultados obtenidos, pesan como un baldón sobre el Censo Agropecuario. Y como son tantos y tan hondos los errores cometidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y tan escasa la voluntad para enmendarlos que las autoridades del área han mostrado, no será nada fácil despejar las dudas que de antemano pesan sobre la calidad del operativo.
En efecto, es muy poco lo que durante los últimos meses ha hecho el INE para enmendar fallas como la inexistencia de una cartografía actualizada. Y si bien es notoria la mejora en lo que a la capacitación del personal encargado del relevamiento de datos se refiere, no deja de ser enorme el desafío que tendrán que afrontar los responsables de esa tarea para revertir la desconfianza acumulada.
Por eso, dados esos penosos antecedentes y el contexto adverso que a causa de ellos rodea al INE, ha causado gran alivio la decisión de nombrar como director de esa institución, por fin y después de años de irracional resistencia, a un profesional que por su experiencia es digno de confianza. Se espera de él que pese a la adversidad de las circunstancias logre devolverle al INE la credibilidad perdida, de modo que los 20 millones de dólares que se invertirán en el censo agropecuario no sean un despilfarro, como lo fue los que se invirtió para el Censo de Población.
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