RAÍCES Y ANTENAS
La construcción idiosincrática de mercados
La construcción idiosincrática de mercados
Gonzalo Chavez A..- Para comenzar, una anécdota para hablar de la construcción histórica-cultural de los mercados. En una oportunidad, tomé un taxi en la ciudad de La Paz e inicié una charla con el chofer. Como es de praxis, hablamos del clima y cómo esta ciudad tiene sólo dos estaciones: el invierno y la vieja estación del tren. En el trayecto me atreví a preguntarle cómo estaba su actividad. La respuesta fue clara: “Hay mucha competencia joven, no dejan trabajar”. La concurrencia entre miles de transportistas perjudicaba al chofer. Me sorprendió la respuesta y a la altura del Obelisco en la mitad de la calle el carro paró y sin ningún preámbulo le dije: “Maestro, puedo aprovechar”; nuevamente la respuesta fue directa: “Aproveche nomás, joven”. En el caos del transito, salí del taxi toreando autos y provocando a la muerte.
Esta historia de contratación de un servicio ilustra que el sistema de mercado no es un hecho puramente económico y sí una construcción idiosincrática, histórica y con un fuerte componente cultural. Sé que el salto de un hecho cotidiano a una elucubración teórica parece algo tirado de los pelos, pero le ruego paciencia estratégica, amable lector.
Según la teoría económica, el mercado, a través de la interacción de vendedores y compradores, determina los precios y la calidad del servicio bajo ciertas reglas de juego claramente determinadas. Si tomamos como referencia este marco teórico es imposible entender el diálogo que sostuve con el amigo chofer. Para comprender por qué el transportista reclama de la competencia y el usuario hace lo que quiere en la calle, se debe analizar la idiosincrasia de la formación de los mercados, que tiene una dimensión cultural y se enraíza en redes sociales y políticas.
Los mercados no se crean ni se eliminan por leyes; las sociedades los desarrollan. El odiado D.S. 21060 ya fue anulado hace mucho tiempo, pero indefectiblemente la gente sigue frecuentando centenas de mercados en el país, como ciertamente lo hicieron nuestros abuelos y tatara abuelos. Los mercados son construcciones sociales, políticas y antropológicas muy particulares.
Siguiendo un artículo de Mitchel Abolafia (Markets as Cultures: An Ethnographic Approach”), veamos el significado que puede tener la idea de que el exceso de competencia no deja trabajar y el comportamiento del “aprovecharse” de ciertas situaciones sin respetar las reglas del juego.
La formación de mercados como hechos étnico-culturales puede ser vista desde tres perspectivas: 1) la constitución de reglas y roles; 2) la existencia de una racionalidad local; 3) las dinámicas del poder y el cambio.
La interacción repetida de taxistas y pasajeros se da en un marco de competencia imperfecta por el control de la transacción. Los primeros formando monopolios a través del sindicato o el control de las líneas y colocando barreras de entrada que sí dejan trabajar. En el caso de los pasajeros, queriendo imponer una lógica privada en el espacio público por excelencia: la calle. Un ejemplo de esto es hacer parar o bajarse de un transporte público donde a uno le plazca, independientemente de las leyes de tránsito y de los intereses de otros transeúntes, como yo lo hice en mi historia. Se crean reglas de juego paralelas donde está permitido torear carros, y sabotear la competencia a chicotazos, así los roles se adaptan a las circunstancias. Esta forma particular de competencia busca ser moldeada por la acción del Estado con muy pocos logros; pregúntenles a los alcaldes de nuestras grandes ciudades.
Los economistas suponemos mal que existe una racionalidad única, que se resume en la falsa idea de que todos somos actores económicos perfectos que optimizamos ganancias y bienestar. Pero en los hechos, la racionalidad del mercado del transporte público es tremendamente circunstancial, sino reparen la cara que ponen algunos gringos cuando se bajan del minibús en medio de la calle o cuando deambulan por el centro buscando la parada del micro. Vienen de una realidad muy diferente. Obviamente aprenden rápidamente el modo operandi “made in Bolivia”. Por favor no crean que sostengo que su racionalidad es mejor o peor, sólo apunto a la especificidad de la nuestra.
Finalmente, la constitución de reglas, formales e informales, y la propia racionalidad local crean una dinámica de poder y cambio en los mercados. Estas reglas no son estáticas, más bien son recreadas cotidianamente por diferentes actores económicos que disputan el control y la definición de su contexto.
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