EDITORIAL

Horas cruciales para EE.UU.

Horas cruciales para EE.UU.

Una vez más, todas las expectativas están depositadas en que demócratas y republicanos logren pasar una vez más por encima de sus discrepancias

Como todo los años, pero más intensamente desde que en septiembre de 2008 se desencadenara la crisis de Wall Street, el mes de octubre es esperado con enorme expectativa por todos quienes se preocupan por la situación de la economía estadounidense. Y ahora más que nunca, pues una serie de factores se suman para hacer del mes que mañana se inicia uno de los más agitados para el mundo de las finanzas estadounidenses y, por consiguiente, del planeta entero.
Los motivos de tanta expectativa son principalmente dos. Primero, que el 1 de octubre marca el inicio del nuevo año fiscal estadounidense. Y segundo, que se espera que a mediados del mismo mes se alcance el “techo” de la deuda pública lo que, si no se autoriza una nueva ampliación de los límites, pondría al Tesoro en muy serias dificultades.
Muy ligado a lo anterior está el hecho de que cuando se entra al trimestre final de la gestión es cuando millones de personas, desde los más importantes gerentes de las grandes empresas hasta los más humiles ciudadanos, empiezan a tomar decisiones para los próximos doce meses. Y lo hacen basándose en las noticias, buenas o malas, que se producen durante las cruciales primeras semanas de octubre.
Este año, como todos los anteriores, la principal fuente de preocupaciones es el Congreso estadounidense. Es que de lo que se decida durante los próximos días en la Cámara de representantes controlada por los republicanos y un Senado de mayoría demócrata, depende que el Tesoro reciba o no el auxilio necesario para evitar un ‘cierre' del Gobierno (la suspensión de servicios y actividades no imprescindibles o, lo que sería aún peor, que EE.UU. incurra en un default de los pagos, lo que significa que el mayor deudor del mundo se declare incapaz de cumplir con sus compromisos.
Como es fácil recordar, la posibilidad de que un colapso como el que tal situación acarrearía no es nueva. Todos los años desde 2008, pero con especial gravedad en octubre de 2011, la insolvencia del Tesoro más importante del mundo estuvo a punto de desencadenar una crisis económica con sus secuelas sociales y políticas sin precedentes en la historia contemporánea. Y fue a pocos minutos de que se declare el “cierre” del gobierno, que republicanos y demócratas lograron un acuerdo frágil pero suficiente para evitar la catástrofe.
Ahora, dos años después, todas las esperanzas están depositadas en que demócratas y republicanos logren pasar una vez más por encima de sus cada vez más profundas discrepancias y así sea a última hora den al Tesoro estadounidense su autorización para seguir endeudándose. Y aunque todos saben que eso no sería nada más que una nueva postergación al desenlace de la crisis, también coinciden en que es, por lo menos por ahora, la única opción.
De cualquier modo, se da por descontado que esta vez los republicanos no cederán sus votos a cambio de nada. Exigen, con más firmeza que antes, muy drásticos recortes al gasto público, lo que dejaría sin atención médica a unos 30 millones de personas y obligaría a masivos despidos en el sector gubernamental. Así, aún en la mejor de las hipótesis, no se vislumbran muchos motivos para el optimismo en el horizonte estadounidense.