OBSERVATORIO

Reforma educativa en México

Reforma educativa en México

Demetrio Reynolds.- Para enfrentar a un Goliat sindical con más de un millón de afiliados, es preciso tener el temple del Quijote, dispuesto a romper lanzas hasta con los molinos de viento. Ese es el coraje que anima al Presidente de México para implantar una reforma educativa a todo riesgo.
En dos elementos se apoya con firmeza la actitud de Enrique Peña Nieto, a saber: la urgente necesidad de remediar la mediocridad escolar y la presión social para emprender la magna tarea. El rumbo trazado apunta a un mejor nivel de calidad en educación. “En México hay un amplio malestar social porque el país permanentemente ocupa los últimos puestos en los exámenes internacionales de estudiantes…”. Pero los maestros dicen que el descontento proviene de la “reprobación crónica en materia de corrupción”. En realidad, por ambas cosas.
En fecha reciente, un paquete de leyes aprobadas por el Congreso reduce drásticamente el poder omnipotente del sindicato de maestros, y dispone la aplicación de un sistema evaluativo en el escalafón. No hay un estudio que establezca la relación directa entre la mediocridad y la corrupción, pero hay datos que señalan como potencial fuente de corrupción a la injerencia de los sindicatos en la administración escolar. Antes de la reforma, ellos tenían a su cargo el nombramiento del 50 % de los maestros.
La evaluación de desempeño es un desafío al que aún no hay respuesta satisfactoria en todas partes; no tanto por las dificultades técnicas como por la resistencia de los sindicatos docentes. Tomando el toro por las astas, Peña se ha propuesto implantar la racionalidad en tres instancias claves para llegar a la calidad: la admisión a la carrera, el perfil de egreso y el seguimiento a la práctica profesional. El ingreso, la permanencia y la promoción serán evaluados por una entidad independiente.
Los dirigentes creen que la intención es política, que un gobierno neoliberal busca privatizar la escolaridad y reemplazar a los docentes profesionales con tecnócratas sin compromiso con la educación. En Bolivia hemos escuchado esas mismas frases a los dirigentes sindicales que se oponían a la reforma de 1994. En México se afirma que es sólo una reforma laboral para despedir “de un plumazo” a los maestros. Es dudosa esa afirmación. Parece un disfraz del miedo a reprobar la exigencia.
La reforma avanzó en Bolivia sin mayores problemas hasta llegar a las aulas, y es aquí donde empezó a periclitar. Se requería un procedimiento eficaz para capacitar a los maestros en ejercicio, e idoneidad para el respaldo administrativo y técnico permanente. A esa carencia se sumó – para empeorar– el boicot sistemático de los dirigentes a la “ley maldita”. Como se verá, la fase operativa donde actúan los maestros es la más difícil y conflictiva. México ha empezado a tropezar desde ahora con esa dificultad.
Habrá que estar atento a lo que suceda. La experiencia mexicana será muy útil para países con similares problemas. Entre tanto, dos verdades enormes como un templo siguen en cartelera: “ningún país avanzará más allá de donde llegue su educación”. “Sin los maestros, la reforma no irá adelante. Con los maestros tal como son ahora, tampoco”.