EDITORIAL

El envejecimiento, problema de la humanidad

El envejecimiento, problema de la humanidad

En este caso, como en otros, lo que dice la letra muerta de la ley no es un buen parámetro para evaluar la manera como una sociedad trata a sus mayores

El pasado martes, como todos los años desde que en 1990 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designara el 1 de octubre como Día Internacional de las Personas de la Tercera Edad, el Fondo de las Naciones Unidas para la Población y Help Age, una organización defensora de los derechos de personas de la tercera edad, han presentado el informe “Global Age Watch 2013”. Y una vez más, como ya es habitual desde algunos años, el documento contiene muy alarmantes llamados de atención, pues considera que con cada año que pasa aumentan las dificultades que tiene la humanidad en general, sin excepción alguna, para afrontar la tendencia constante al envejecimiento de su población.
De lo que se trata en el fondo, más allá de las grandes diferencias entre unos y otros países, es de que ninguno está preparado para afrontar el fenómeno demográfico más importante de este siglo.
Para unos, los que figuran entre los que ofrecen mejores condiciones de vida a sus ancianos –Suecia, Noruega, Alemania, Países Bajos, Canadá y Suiza (en ese orden) –, el problema principal es que se prevé que para 2050 será mayor la cantidad de jubilados que la de menores de 15 años. Y como la tendencia es que a quienes están entre uno y otro grupo les espera una vida más prolongada, aunque no necesariamente mejor, resulta en verdad alarmante el panorama que se proyecta hacia las próximas generaciones.
En el otro extremo del espectro, en los países más pobres, el fenómeno es muy similar, pues en ellos el aumento de la población anciana aumenta proporcionalmente a un ritmo aún mayor, aunque con la diferencia de que la expectativa de vida es mucho menor, lo que, por paradójico que parezca, disminuye hacia el mediano y largo plazo la gravedad del problema.
En lo que a nuestro país corresponde, el informe ubica a Bolivia en el puesto 46 de un total de 91 naciones que fueron objeto del estudio. Según esos datos, la situación de las personas ancianas es mejor aquí que en Colombia, México y Paraguay, entre otros países latinoamericanos cuyos Estados estarían haciendo menos esfuerzos que el nuestro para mejorar la situación de su población de la tercera edad.
Más allá de esos datos, sin embargo, no hay día que pase sin que la realidad nacional cotidiana muestre impactantes contrastes entre las intenciones y los hechos. Es que en Bolivia, como en todo el mundo, suele ser muy grande la distancia que separa los buenos deseos y lo que ocurre en la realidad. En efecto, por lo sensible que es el tema, los legisladores suelen ser muy generosos a la hora de elaborar políticas protectoras, generalmente de carácter asistencialista, que en el papel lucen muy favorables, pero en la práctica parecen más una cruel burla que un alivio efectivo para quienes han llegado a la vejez.
En nuestro caso, es indudable que Bolivia se destaca, y de lejos, por ser uno de los países que más abundantes y generosas leyes ha promulgado en nombre de sus ancianos. Sin embargo, también en el país, lo que dice la letra muerta de ley no es un buen parámetro, ni mucho menos, para evaluar la manera como una sociedad trata a sus mayores.