Aciertos energéticos bolivianos
Aciertos energéticos bolivianos
Winston Estremadoiro.- Escribiendo de temas energéticos me pongo cortapisas al reconocer que no soy experto. Acabo preguntándome: aparte de alguno por ahí, ¿quién lo es? Los pocos entendidos del sector que conozco están ocupados en sus pegas aquí y afuera. Queda la imaginación que bendice y atormenta, enhebrando cabos sueltos de noticias que dan panorama global, a veces acertando el martillo en la cabeza del clavo.
Pinto cuadro sobre el contexto de la crisis energética mundial. Como dice Hans Zandvliet, el meollo es que 80 por ciento de la energía que consume el planeta es de origen fósil (carbón, petróleo y gas natural). La mitad es oro negro; está en lo que se llama “pico de petróleo” (peak oil), que no es que se esté acabando, sino que se rebasa la capacidad de producirlo. No es poca cosa. Dependen de hidrocarburos la agricultura de máquinas para arar y cosechar, camiones para trasladar a plantas de proceso y embalaje, plaguicidas y fertilizantes químicos, medios de transporte urbano, navíos y aviones para llevar productos y personas.
Así como hay desigualdad entre seres humanos, existe entre países: algunos basan su bienestar en el consumo (y malgasto) de mucha más energía que otros. El combustible barato, que nutrió semejante adicción mundial, es cosa del pasado. No se escucharon augurios en los años 70, en sentido de que urgía cambiar la matriz energética. En el futuro, la energía causará crisis mundiales, el perenne abuso a ignaros dueños de recursos naturales, y hasta conflictos bélicos entre naciones.
¿Cómo andamos por casa? Pues caminando por el borde del precipicio. El país es una cornucopia de recursos naturales. En cuanto a energía, tiene suficientes hidrocarburos como para subsistir, sin que la abundancia genere una dependencia dañina como en Venezuela. Somos potencia con poco abuso en cuanto a hidroelectricidad y el uso del agua. Apenas se ha arañado la energía de la radiación solar y el viento.
Se dan equilibrios precarios en hidrocarburos, mas las apariencias engañan. Se evidencia cuando forman colas para comprar una garrafa de gas subvencionado, al tiempo que vivillos aprovechan el matuteo a países vecinos sin dejar de ser ‘pobrecitos’ originarios. Gobierno tras Gobierno se llena la boca con que el campo transite del arado al tractor: díganlo las entregas de equipos a campesinos en época de elecciones. Tenemos incipiente agricultura mecanizada en las tierras bajas de Santa Cruz, pero su devenir depende del diesel importado y el capricho de ególatras gobernantes. La hidroelectricidad pende de un hilo en cuanto a oferta y demanda.
Bolivia tiene gas natural, es potencia hídrica y tiene potencial solar y eólico de energía alternativa. Quizá ya perdió el tren de ser nodo energético del sur de Sudamérica. Eso no impide que exporte metano, no gas rico. El gas puede “sembrarse” en energía hidroeléctrica, con mercado seguro en Brasil. Que su integración vertical en la petroquímica revolucione la agricultura y se exporten los excedentes. Encajan en agropecuaria orgánica de rubros andinos en creciente demanda, como quinua y carne de llama, el sol en exceso, el viento incesante, las fuentes térmicas de energía, y el riego con técnicas incaicas del altiplano.
Más por chance que por sapiencia, se atisba una política de Estado sobre la vocación energética de Bolivia. Por eso me alegré al atar cabos sueltos de noticias actuales sobre energía.
En tiempo récord y metas superadas, se aumentó en 50 por ciento la producción de gas natural, con la segunda fase de la ampliación de la planta de procesamiento en Margarita. Garantizan exportaciones a Brasil y Argentina, además de cubrir la demanda interna, que puede y debe incrementarse. Más aún, se comprometen 400 millones de dólares más para la fase tres del megacampo Margarita-Huacaya. Ojalá que rusos y franceses en Azero, y británicos en Huacareta, repitan éxitos españoles para explorar y desarrollar pozos.
Se siembra gas en hidroeléctricas, termoeléctricas y proyectos múltiples de riego y energía. Hasta fines de 2016, se añadirán al Sistema Interconectado Nacional (SIN) 160 MW de la Termoeléctrica del Sur, 200MW de la Termoeléctrica de Warnes, el proyecto hidroeléctrico múltiple de Misicuni aumentará 120MW, las turbinas de San José otros 120MW. Sin contar el proyecto hidroeléctrico múltiple de Rositas, que regará 200.000 hectáreas en el seco sudeste, y aumentará 50 por ciento más a la energía consumida por Bolivia. Siguen en carpeta las hidroeléctricas de Cachuela Esperanza y la binacional aguas abajo de Guayaramerín. Ni hablar del potencial de la represa del Bala. Desarrollen fuentes de energía alternativa en el altiplano, para fomentar rubros andinos de exportación asegurada. ¡Vendan energía eléctrica a Brasil, y con la Bachelet, al norte minero chileno!
Si bien Bolivia es bendita por sus recursos naturales, está lastrada por la calidad de su gente y de sus gobernantes, medidos ambos por el nivel de formación. Somos importadores netos de tecnología y manufacturas. Imitamos el fracaso de otros. Esa Cuba sin petróleo, cuyo mayor rubro productivo, azúcar, tuvo metas fantasiosas y fracasos estrepitosos; Venezuela, que así nade en subterráneo mar de petróleo fósil, chapotea con una empresa estatal manoseada por el Gobierno. También somos dados a llorar penas ajenas. Argentina, cuya mandamás en mengua se lamenta del gas vendido por pigricias a Chile, ahora que su país tardará décadas en cubrir su demanda de energéticos. No se le ocurra a algún llorón de tangos en La Paz, dar un precio “solidario” por nuestro gas.
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